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MIR TRINXET, Joaquín (Barcelona, 1873 – 1940). Lote: 34003997

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MIR TRINXET, Joaquín (Barcelona, 1873 – 1940).
“Molí d’Esclop”, Caldes de Montbui.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho. Con etiqueta al dorso de la Sala Parés de Barcelona.
Con marco de madera tallada del siglo XIX.
Medidas: 65 x 75 cm; 81 x 94 cm (marco).

 

Joaquín Mir estudió en la Escuela de Bellas Artes de San Jordi de Barcelona y en el taller del pintor Luis Graner. Su estilo recibió también la influencia de la Escuela de Olot, ciudad de origen de su padre. Pronto se sintió incómodo con la enseñanza oficial, anclada en una concepción de la pintura realista, por lo que en 1893 fundó junto con otros compañeros (Nonell, Canals, Pichot, Vallmitjana y Gual) la “Colla del Safrà”, para indagar en común en las iniciativas pictóricas de fin de siglo.

El nombre les venía de los tonos azafranados y ocres que utilizaban en sus cuadros, con los que pretendían captar la luminosidad mediterránea y rechazar la frialdad de los grises y azules de los impresionistas franceses. No obstante, imitaron a los impresionistas en su gusto por la pintura al aire libre, captando allí los ambientes y tipos que veían. En 1896 llegaron a participar como colectivo en la III Exposición de Bellas Artes e Industrias Artísticas, a la que Mir presentó dos obras que nos dan una clara idea de los ideales del grupo: “La huerta del rector” y “El vendedor de naranjas”.

Asimismo, desde 1897 frecuentaba el ambiente artístico de “Els Quatre Gats”, donde se daban cita todos los artistas conocedores de las vanguardias europeas, lo que le sirvió para madurar en el estudio compositivo de paisajes con figuras en distintos planos de profundidad. De esta época son “Laderas de Montjuic” (1897) y “La catedral de los pobres” (1898), las dos obras maestras de su etapa juvenil. En estos años concurrió a las Exposiciones de Bellas Artes de Barcelona, en sus ediciones de 1894, 1896 y 1898.

Ganador de una segunda medalla en la Exposición de Madrid de 1899, ese mismo año se traslada a la capital con el objetivo de opositar a la beca en Roma. Al no conseguirla, marcha con Santiago Rusiñol a Mallorca, en un viaje que supondrá un definitivo punto de inflexión en su carrera. Mir queda deslumbrado por el paisaje mallorquín, en concreto por el de Sa Calobra, que supuso para él una inagotable fuente de inspiración. El artista desplegará desde entonces toda una combinación de colores imposibles, fruto de su interpretación personal de la majestuosa naturaleza de la isla. Las pinceladas se alargaron y se convirtieron en manchas que casi hacían desaparecer los objetos y los referentes espaciales.

En 1901 expone individualmente en la sala Parés de Barcelona el fruto de esta primera etapa mallorquina, y obtiene de nuevo segunda medalla en la Exposición Nacional. Tras un periodo de enfermedad que le obliga a trasladarse a Reus, obtiene en 1907 la primera medalla en la Exposición Internacional de Bellas Artes de Barcelona. En 1930 recibe una medalla de honor por el conjunto de su producción. Muere en Barcelona en 1940.

 

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HAES, Carlos de (Bruselas, 1829 – Madrid, 1898). Lote: 34003957

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HAES, Carlos de (Bruselas, 1829 – Madrid, 1898).
“Paisaje costero”.
Óleo sobre lienzo.Reentelado.
Firmado en la zona inferior izquierda.
Medidas: 35 x 65 cm; 60 x 89 cm (marco).

 

La familia Haes se traslada desde Bruselas a España en 1835, concretamente a Málaga, donde Carlos inicia su formación como discípulo de Luis de la Cruz. En 1850 decide continuar sus estudios en su tierra natal, aprendiendo de los grandes paisajistas flamencos. En paralelo entra en contacto con los artistas belgas contemporáneos, que exponen regularmente en los Salones de Bruselas. Una vez allí trabaja junto al paisajista Joseph Quinaux, quien le introduce en la pintura al aire libre, clave para la formación de su personalidad artística.

Vuelve a España y empieza a cosechar éxitos, como la tercera medalla en la Exposición Nacional de 1856. Al año siguiente obtiene la cátedra como profesor de paisaje en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, posición desde la cual formará a toda una generación de paisajistas en el ejercicio de la pintura al aire libre, dentro del realismo. Alumnos suyos fueron Aureliano Beruete y Darío de Regoyos. Sigue obteniendo premios, como la primera medalla de la Exposición Nacional de 1858. En 1860 es nombrado académico de San Fernando, el mismo año que obtiene otra primera medalla en la Nacional. De nuevo obtiene primera medalla en 1862.

Pese a todo, no puede considerársele seguidor del plenairismo, ya que era partidario de trabajar del natural sólo los bocetos, mientras que consideraba que el cuadro debía ser acabado al modo clásico, en el taller. No obstante, fue el introductor del paisajismo en la pintura española, hasta el punto que se creó para él la primera cátedra de paisaje de la Academia de San Fernando. Sus vistas están compuestas a la manera clásica, aunque con predominio de la tierra frente al cielo, que normalmente ocupa un tercio del lienzo. Haes considera el paisaje como un género de entendidos, al ser difícil de tratar y de comprender.

Plantea que el fin del arte es la verdad que se encuentra en la imitación fiel de la naturaleza, para lo cual el pintor debe conocer profundamente el natural y no dejarse llevar por la imaginación. De ahí que prefiera terminar las obras en el taller, para captar el instante concreto, ya que la misma naturaleza está en constante cambio. La genialidad artística radicaría no sólo en la técnica, sino en la propia y personal forma de contemplar la naturaleza por parte de cada pintor. La mayor parte de la producción de Carlos de Haes se encuentra en el Museo del Prado, pero también está representado en los Museos de Bellas Artes de Bilbao, Málaga, Valencia y Lleida, en la Fundación Jaime Moreda y en la National Gallery de Londres.

 

 

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MARSANS JULIÀ, Luis (Barcelona, 1930). Lote: 34003931

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MARSANS JULIÀ, Luis (Barcelona, 1930).
“Dama”.
Gouache sobre papel.
Firmado con iniciales en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 28,5 x 26 cm; 48 x 43 cm (marco).

 

Acuarelista y pintor, Luis Marsans es principalmente conocido por su serie centrada en el mundo de Marcel Proust, titulada “A la recerca del temps perdut”, y desde 1980 muestra regularmente su obra en la galería Claude Bernard de París. De hecho, pasó en dicha ciudad parte de su infancia a causa de la guerra, y no regresará con su familia a Barcelona hasta 1940.

En 1947 viajó a México y a los Estados Unidos, y en Nueva York conocerá a Salvador Dalí, a través de su mutuo amigo Ismael Smith. Descubre entonces el arte contemporáneo y decide dedicarse a la pintura, y a su regreso a Barcelona en 1948 inicia su formación en el taller de Ramón Rogent. Asimismo, entrará en contacto con Dau al Set de la mano de Joan Ponç.

En este periodo Marsans se interesa por la Bauhaus, y viaja a Francia para conocer a su fundador, Walter Gropius. En este viaje visitará una exposición de Cézanne que cambiará radicalmente su obra. En 1950 abandona el taller de Rogent y continúa en solitario sus investigaciones técnicas y estéticas. En esta década conocerá a Duchamp en Cadaqués, y este encuentro determinará su identificación con un nuevo lenguaje plástico. Así, a principios de 1960 comienza a integrar en su obra la figuración y la abstracción.

Tras dedicar varios años a su serie sobre Proust, Marsans decide finalmente presentar su obra al público, debutando individualmente en la galería Trece de Barcelona en 1972. Al año siguiente su lenguaje da otro giro y Marsans retorna a la figuración, sin renunciar al contenido conceptual en su obra. En 1982 expone individualmente en el Museo Balzac de París, y desde entonces se sucederán sus muestras de importancia tanto en España como en el extranjero: Hirshhorn Museum and Sculpture Garden de Washington D.C. (1985), Centro de Exposiciones y Congresos de Zaragoza (1989), Palau de la Virreina en Barcelona (1995), galería Leandro Navarro de Madrid (1997) y sala Artur Ramon de Barcelona (1997).

 

 

 

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RUBERT, Gino (México DF, 1969). Lote: 34003874

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RUBERT, Gino (México DF, 1969).
“La viuda alegre, hace escala en Barcelona”, Cuernavaca, 1997.
Técnica mixta sobre tabla.
Firmado, fechado, titulado y localizado al dorso.
Medidas: 110 x 130 cm; 116 x 136,5 cm (marco).

 

Pintor mexicano afincado en Barcelona, donde compagina la práctica artística con la docencia en las escuelas Eina y Massana, Gino Rubert estudió Bellas Artes en la Parsons School de Nueva York. En 1993, ya en Barcelona, gana el Premio de Pintura Joven de la Sala Parés, y es becado por el Ministerio de Cultura para trabajar durante un año en la Academia de España en Roma (1995).

Desde entonces ha mostrado su obra en numerosas galerías, centros culturales, ferias nacionales e internacionales, destacando especialmente sus exposiciones en el Akioshiday Art Village de Japón, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, la Kunstleshaus Bethanien de Berlín, el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, el Museo de la Universidad de Alicante, la galería Claire Oliver de Nueva York, la Mizuma de Tokio, la Senda de Barcelona y el Museo del Ampurdán.

También ha mostrado su obra en Suiza, Alemania, Colombia, Canadá, Francia y Portugal. Durante los últimos diez años su trabajo se ha centrado en representar experiencias y emociones a las que se accede desde el marco animado y blindado de las relaciones sentimentales. La “nueva mujer”, el “nuevo hombre”, sus funciones, disfunciones, conflictos y retóricas, constituyen la base de su obra más reciente, que abarca tanto la pintura como el video y la instalación. Entre sus premios destacan el Primer Accésit del Premio Honda (La Garriga, 2001), Mención Honorífica de Pintura en el XXVIII Premio Bancaixa en Valencia, la beca de producción de vídeo “La Carrera”, de la Fundación de Arte y Derecho (2002) y la beca residencia de la Shuhocho International Exchange House de Japón (2004).

Actualmente Gino Rubert está representado en las colecciones L’Oréal, Arte Contemporáneo de Pamplona, Testimoni de La Caixa, Banco de España, Honda, Caja Madrid, Giuseppe Castiglioni, Academia de España en Roma, Academia de San Fernando, Fundación Antoni Vila Cases, Gregory Fowler, Delvaux Collection, el Museo Shering de Spanbroek, la Steinkamp Collection y muchas otras.

 

 

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Pareja de jarrones Napoleón III. Sèvres, Francia, mediados del siglo XIX. Lote: 33005624

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Pareja de jarrones Napoleón III. Sèvres, Francia, mediados del siglo XIX.
Porcelana esmaltada.
Buen estado de conservación.
Medidas: 84 x 50 cm.

 

Pareja de jarrones ornamentales realizados en porcelana esmaltada, con esmaltes principalmente de baja temperatura, incluyendo dorado mate cincelado en las zonas secundarias. Cuentan además con una base y dos asas de bronce dorado. Las asas, integradas en el diseño, toman la forma de cabezas de faunos, trabajadas con gran naturalismo. Los jarrones presentan dos grandes cartelas pictóricas, una figurativa en el frente y otra con un paisaje en el lado opuesto, enmarcadas por cartelas doradas, sobre un fondo monocromo de color azul oscuro.

Fundada inicialmente en Vincennes en 1740, la Manufactura Nacional de Sèvres fue trasladada a esta localidad en 1756. Una de las principales fábricas de porcelana europea, la manufactura fue nombrada sucesivamente a través de los distintos regímenes políticos: manufactura real, imperial y nacional. Aún en actividad hoy en día, la firma sigue editando los objetos creados desde 1740, aunque su producción actual está orientada en gran medida hacia la creación contemporánea. La Manufactura de Vincennes se fundó con el apoyo de Luis XV y Madame de Pompadour, con la idea de crear piezas para la corte y competir con las producciones de porcelana de Meissen y Chantilly. De hecho, los primeros experimentos fueron realizados por los hermanos Robert y Gilles Dubois, que procedían de la manufactura de Chantilly.

Ya hacia 1745 se obtuvieron importantes resultados, bajo la dirección del matrimonio Gravant, sobre todo la creación de modelos de flores de porcelana para decorar todo tipo de piezas. El nuevo edificio de Sèvres, donde se traslada la manufactura en 1756, fue construido por iniciativa de Madame de Pompadur. Tres años más tarde recibirá el nombramiento de factoría real, y desde ese momento utilizará oro de ley, siendo la única con ese privilegio en toda Francia. En sus primeros años la fábrica produjo principalmente pasta blanda; la porcelana dura, con caolín, no se comercializó en Sèvres hasta 1770.

Dentro de las innovaciones de esta manufactura, en el siglo XVIII, destacan los fondos de color y el uso de biscuit para pequeñas esculturas. Durante la Revolución Francesa la fábrica sufrió un decrecimiento en su producción, pero vivió un resurgimiento entre 1800 y 1847 gracias a la dirección de Alexandre Brongniart, quien dio a la fábrica fama internacional. Durante estos años se realizarán importantes y numerosas innovaciones técnicas, y colaborarán con la manufactura diversos artistas contemporáneos. En esta época se introdujo un nuevo dorado, al que se dotaba de brillo al bruñir la superficie con una piedra de ágata. También se decorarán las piezas con dorado opaco, que se realizaba frotando el oro con arena muy fina. Será en este momento cuando se afiance, para los jarrones ornamentales, una cartela como tema central, a la manera de un cuadro al óleo.

 

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PALMAROLI GONZÁLEZ, Vicente (Zarzalejo, Madrid, 1834 – Madrid, 1896). Lote: 34003969

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PALMAROLI GONZÁLEZ, Vicente (Zarzalejo, Madrid, 1834 – Madrid, 1896).
“Reunión vespertina”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
Medidas: 91 x 152 cm; 116 x 176,5 cm (marco).

 

Vicente Palmaroli plasma en este lienzo una escena costumbrista protagonizada por damas y caballeros de finales del siglo XVIII o principios del XIX, identificados como españoles por los trajes de majos que lucen dos de ellos (el hombre situado de espaldas a nosotros y la mujer que baila), y por las mantillas de encaje que lucen las otras damas, con excepción de la más joven que, por estar soltera, aparece con la cabeza descubierta. Junto a ellas, en el plano más cercano a nosotros, vemos a dos caballeros ataviados a la moda afrancesada, con calzones estrechos, casacas y sombreros de picos. Más allá aparecen otros personajes, entre ellos tres músicos ataviados con vistosas ropas, que interpretan la música que baila la maja que ocupa la zona central del cuadro, único elemento en movimiento de una composición por lo demás reposada, melancólica casi a la luz crepuscular. Finalmente al fondo, en la zona izquierda, vemos a dos caballeros conversando, sus ropas minuciosamente descritas pese a la lejanía, como es corriente en la pintura de Palmaroli.

Compositivamente esta obra destaca por su acusada perspectiva, típicamente romántica, que dota a la escena de profundidad y de un cierto aspecto teatral, también propio de la pintura romántica. Esta perspectiva está trazada por la balaustrada que delimita la amplia terraza, y queda enfatizada por la presencia en primer plano de varias macetas de gran tamaño, dispuestas en una hilera zigzagueante que va del primer término al fondo. Más allá de la balaustrada, situada en alto, vemos las copas de los árboles, oscurecidos por la hora del día, nítidamente recortados contra un amplio celaje rosado en su parte inferior y casi blanco, limpio y luminoso, en la zona superior, casi un telón de fondo escenográfico.

Hijo de un litógrafo italiano, Palmaroli ingresó en la Escuela Superior de Bellas Artes de la Academia de San Fernando, en Madrid, en 1848. Pocos años después, en 1853, sucedió a su padre en la plaza de litógrafo del Museo del Prado, creada especialmente para él por el rey consorte Francisco de Asís con el apoyo de José de Madrazo. En 1857 este cargo le permite marchar a Italia a fin de ampliar su formación, acompañado de Eduardo Rosales y Luis Álvarez Catalá. A su regreso, presenta a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1862 dos pinturas realizadas durante su viaje, que fueron premiadas con segunda y primera medalla. Desde sus primeras obras, Palmaroli empieza a separarse de la estética oficial de su tiempo, evolucionando hacia planteamientos mucho más intimistas, de plástica depurada e inspirados en motivos contemporáneos e incluso cotidianos. Vuelve a Italia en 1863 y permanece allí tres años, y durante este tiempo pinta “El sermón de la capilla Sixtina” (Caja Duero, Salamanca), obra de enorme éxito que le vale primera medalla en la Nacional de 1866 y muy buenas críticas en París. Durante esta época de esplendor y madurez pictórica realiza asimismo numerosos retratos, entre ellos el de la infanta Isabel de Borbón (Palacio Real, Madrid).

Establecido de nuevo en Madrid, en 1871 obtiene su tercera medalla de primera clase en la Nacional, y al año siguiente es nombrado académico de San Fernando. Desde 1873 Palmaroli se instala en París, y allí desarrolla ampliamente su faceta de pintor de “tableautins” durante diez años, al término de los cuales es llamado a Roma como director de la Academia de Roma. En la capital italiana continúa con el mismo género de inspiración anecdótica, hasta que en 1894 es nombrado director del Museo del Prado, cargo que ostentará hasta 1896. Al final de su vida, su pintura se aproxima cautelosamente al simbolismo, en obras tan significativas como su “Martirio de Santa Cristina” (Prado, en depósito en Jaén). Palmaroli fue asimismo maestro de destacados pintores, como Carlota Rosales, hija de Eduardo Rosales, Casimiro Sainz, Eduardo León Garrido o Domingo Muñoz Cuesta, entre otros. Vicente Palmaroli está actualmente representado en el Museo del Prado, el Municipal de Málaga, los de Jaén, L’Empordà, Granada y La Coruña, el Ministerio de Fomento y el Teatro Real en Madrid, la Real Academia de San Fernando y el Museo Romántico de Madrid, entre otros.

 

 

 

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NONELL I MONTURIOL, Isidre (Barcelona, 1873 – 1911). Lote: 34003928

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NONELL I MONTURIOL, Isidre (Barcelona, 1873 – 1911).
“Hombre de perfil”.
Sanguina y carbón sobre papel.
Firmado con inicial en la zona inferior izquierda.
Medidas: 33 x 22 cm; 61 x 50,5 cm (marco).

 

Pintor y dibujante, Nonell se formó con Josep Mirabent, Luis Graner y en la academia Martínez Altés. En 1892 se presentó en la Sala Parés, y al año siguiente, dentro del grupo Academia Libre, tomó parte en una exposición colectiva encabezada por Rusiñol. En 1894 participó en la Segunda Exposición de Bellas Artes de Barcelona, y publicó dibujos en “La Vanguardia”. Alumno durante estos años de la Escuela de La Lonja de Barcelona, entre 1895 y 1896 coincidió con Joaquín Mir, Gosé, Sunyer y Torres-García. En 1895 concurrió por primera vez a la Exposición Nacional de Madrid, muestra en la que participó varias veces hasta 1910. En 1896 expuso con la Colla del Safrà en la Tercera Exposición de Bellas Artes barcelonesa, donde le fue otorgada una mención honorífica.

El verano de ese mismo año se trasladó a Boí (Lleida) junto a Ricard Canals y Julio Vallmitjana, donde realizó numerosos dibujos sobre el cretinismo, entonces endémico en la zona debido a las prácticas endogámicas. En otoño, Nonell expuso estas obras en el salón de “La Vanguardia”, y a principios del año siguiente publicó sus dibujos en “Barcelona Cómica”. Poco después mostró un óleo también de Boí en la XIV Exposición de la sala Parés.

Ese mismo año marcha a París, de nuevo junto a Canals. En abril de 1897 concurrió en el Salón del Campo de Marte de la capital francesa, y hacia finales de año participó en la XV Exposición de Pintores Impresionistas y Simbolistas, también en París. A principios de 1898 organizó una exposición conjunta con Canals en la sala Le Barc de Boutteville. Regresa meses después y muestra sus apuntes de París en Els Quatre Gats, pero vuelve pronto a la capital gala. Allí, “La Vie Moderne” había publicado varias de sus obras, y él expone individualmente en la destacada galería de Ambroise Vollard (1899).

Tras rechazar la propuesta del marchante Durand Ruel para pintar “españoladas”, regresa precipitadamente a Barcelona, parece que por motivos personales. Durante los años 1902 y 1903 expuso con regularidad en la sala Parés y el Ateneo barcelonés, mientras enviaba obras a los salones parisinos. Publica asimismo dibujos en “Papitu”, “L’Esquella de la Torratxa”, “La Campana de Gràcia”, “Quatre Gats”, etc. Respetado por los jóvenes inquietos, Nonell se convirtió en bandera de toda una nueva generación de pintores que buscaban el realismo y la sinceridad. Nonell está actualmente representado en el Museo Reina Sofía, el Thyssen-Bornemisza, el Museo Nacional de Arte de Cataluña de Barcelona, la Fundación MAPFRE y el Museo del Ampurdán, entre otros.

 

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MIRALLES I GALAUP, Francisco (Valencia, 1848 – Barcelona, 1901). Lote: 33004993

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MIRALLES I GALAUP, Francisco (Valencia, 1848 – Barcelona, 1901).
“Muchacha”, 1875.
Óleo sobre lienzo.
Firmado y fechado en el ángulo superior derecho.
Medidas: 46 x 38 cm; 66 x 58 cm (marco).

 

Francisco Miralles se formó en Barcelona en el taller de Ramón Martí Alsina, donde fue condiscípulo de los integrantes de la primera generación de realistas catalanes del siglo XIX. Instalado en París entre 1863 y 1866, es posible que estudiara con Courbet aconsejado por Alsina, quien también se formó con él. Debido a estas influencias, su estilo de juventud, hasta finales de los años setenta, es aún vigorosamente realista. De esta primera época son algunas de sus mejores obras, como “Retrato de Modest Urgell” (1868), “Retrato de hombre joven” (1875), y la serie de pinturas femeninas inspiradas en su hermana Carmen y en Gabrielle, su modelo preferida (1875-80).

Más tarde evolucionará hacia un estilo de elegancia femenina, típicamente finisecular, con una factura influenciada por el fortunyismo y la moda del “tableautin” popularizada por el marchante francés Goupil. Con esta evolución se iniciará su decadencia, si bien aún realizó algunas obras de gran finura como “Escena en un parque” (1880-82), “El carnet de baile” (c.1894) y “Primavera” (1896), así como algunos excelentes retratos y temas de pescadores y playas pintados tras su regreso definitivo a Barcelona en 1893. En París popularizó un estilo refinado, centrado mayoritariamente en temas costumbristas de la vida burguesa y de la alta sociedad, fundamentalmente protagonizados por personajes femeninos. Participó en el Salón de los Artistas Franceses, en París, entre 1875 y 1896, y expuso desde 1877 en la barcelonesa sala Parés. Durante sus últimos años también mostrará su obra en el salón Rovira.

Olvidado durante un tiempo, su obra volvió a valorarse a raíz de la exposición que los Amigos de los Museos de Barcelona le dedicaron, junto al pintor Antonio Caba, en 1947. Francisco Miralles está representado en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, el de la abadía de Montserrat y el Círculo del Liceo de Barcelona, así como en importantes colecciones particulares.

Esta obra está fechada en 1875, en plena primera época del artista, la más apreciada por la crítica actual. En ella se presenta un retrato de muchacha, sentada en interior burgués y vestida de blanco y rojo, su cabello adornado con flores. Miralles sitúa a la figura casi de medio cuerpo, en primer término y muy cerca del espectador, destacando así su presencia y evitando que la mirada se distraiga en los detalles secundarios.

 

 

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GIOVANNINI, Vincenzo (Italia, 1816 – 1903). Lote: 33003919

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GIOVANNINI, Vincenzo (Italia, 1816 – 1903).
“La boda”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 48 x 96 cm.

 

Pintor especializado en las “vedute” romanas, Vincenzo Giovannini nació en la localidad de Todi, en Perugia, pero se trasladó a Roma a temprana edad, donde ingresó en el hospicio de San Michele. Allí asistió a cursos de dibujo y pintura, y con el tiempo obtuvo una beca del Comune de Todi, a quien había enviado desde Roma sus primeras obras (“El Vesubio” y “La Pirámide de Cayo Cestio”, dos acuarelas hoy en día en paradero desconocido).

Pese a su gran predilección por la pintura de historia y de género, Giovannini se vio obligado a trabajar para marchantes de arte, plegándose por tanto a los temas que solicitaban sus clientes: pintura de “vedute”, antiguas ruinas romanas y vistas de la campiña romana con ruinas, a menudo inspiradas por Pannini, como “Paisaje con ruinas de arquitectura romana” (Pinacoteca Cívica de Todi) o “Vista del Foro Romano”, obra que fue muy copiada. En 1868, por encargo del duque Grazioli, pintó una “Vista de Castelporziano”. No obstante, también pintó paisajes con figuras, generalmente de temática o histórica o costumbrista. Actualmente es muy apreciado por sus vistas romanas, y de hecho en 2004 se le dedicó la muestra “Vedute Romane”, celebrada en la Università degli Studi di Roma Tor Vergata. Actualmente Vincenzo Giovannini está representado en numerosas colecciones, tanto públicas como particulares.

En este lienzo vemos una de las pocas obras que Giovannini consagró a la temática de costumbres. Se trata de una amplia panorámica de paisaje, magníficamente trabajada, con un espacio central en el que se desarrolla la acción. Se trata de una sencilla boda, entre campesinos a juzgar por sus ropas, oficiada por un clérgo con hábito blanco y sombrero y zapatos rojos, de cuyo cuello pende una gran cruz de oro, perfectamente visible pese a su pequeño tamaño gracias a la minuciosidad del trabajo de Giovannini. De hecho, el autor ha prestado especial atención a los detalles narrativos y anecdóticos, plasmando con realismo hasta el más pequeño elemento del atuendo de los personajes, incluyendo los encajes del vestido de la novia, las plumas que engalanan a los soldados, sus armas, etc.

En torno a estos tres personajes principales vemos a varios grupos de personas, de distinta condición. En el lado derecho se sitúa la familia de los novios, un conjunto de figuras vestidas con ropas sencillas, arrodilladas y ligeramente alejadas del centro, muy atentas a la pareja de novios. Los testigos del enlace, en cambio, aparecen más cerca, detrás del oficiante. Vemos a dos oficiales militares, dos clérigos y un caballero vestido de negro, posiblemente un hombre de leyes. En el lado izquierdo se sitúan tres soldados a caballo, entrando en la escena. Tras ellos, junto al muro que delimita el espacio de los primeros planos, vemos a un lacayo ocupándose de dos caballos, pertenecientes a buen seguro a los dos oficiales que se sitúan junto al clérigo vestido de blanco.

Tras esta escena, ricamente narrada con gran profusión de detalles, se alza como un telón de fondo, netamente separado de los primeros planos, el paisaje en profundidad. Este recurso compositivo responde a la herencia del paisajismo romántico, y es utilizado por Giovannini para reforzar el carácter escenográfico del paisaje. Esta diferenciación entre planos queda además realzada por el cromatismo, cálido y en torno a tonos verdes, ocres y terrosos en los primeros planos, y en cambio azulado y frío en el fondo. No obstante, este paisaje de fondo juega un papel tan importante como la propia escena, y está igualmente descrito con maestría y minuciosidad, si bien el autor utiliza una pincelada más vaporosa y deshecha, reflejando así las formas que se difuminan a nuestra vista por efecto de la distancia. Asimismo, no es un paisaje plano, sino que se extiende en profundidad, con cambios de luz y variaciones cromáticas de gran sutileza, sobre un cielo azul y limpio en el que destacan ligeras nubes de un blanco azulado.

 

 

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CHICHARRO Y AGÜERA, Eduardo (Madrid, 1873 – 1949). Lote: 33003918

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CHICHARRO Y AGÜERA, Eduardo (Madrid, 1873 – 1949).
“El aquelarre”.
Óleo sobre lienzo.
Se adjunta certificado de autenticidad emitido por el nieto del artista, Antonio Chicharro.
Medidas: 97 x 138 cm; 119,5 x 160 cm (marco).

 

Padre del poeta Eduardo Chicharro Briones, fue uno de los más grandes pintores de su época, con una enorme facilidad para el dibujo y gran sensibilidad cromática. Se formó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, donde tuvo como maestros a Carlos de Haes, Alejo Vera, Luis de Madrazo, Jaime Morera y José Moreno Carbonero. Frecuentó también el taller de Joaquín Sorolla, ampliando posteriormente sus estudios en Roma con una pensión que obtuvo por oposición. También realizó viajes a Francia y Holanda.

En 1910 fundó la Asociación de Pintores y Escultores, siendo además su primer presidente. Esta asociación crearía en 1920 el Salón de Otoño, certamen artístico que se sigue celebrando en la actualidad. En 1912 fue nombrado director de la Academia de España en Roma, en sustitución de don Ramón del Valle-Inclán, por lo que toda la familia se trasladará a la capital italiana, donde permanecerán hasta 1925. Allí fue asimismo miembro de la Real e Insigne Academia de San Lucas. Más tarde llegará a ser director de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, inspector general de Escuelas de Artes y Oficios y director general de Bellas Artes.

Eduardo Chicharro cultivó el paisaje, el retrato y los temas de género, en una obra que se caracteriza por su gran sentido decorativo, un suntuoso colorido, minucioso dibujo y una evolución desde un costumbrismo casi escenográfico hasta un espléndido simbolismo. Remitió sus obras a numerosas exposiciones, tanto nacionales como extranjeras, siendo distinguido en la Nacional de Madrid con segunda medalla en 1899 y primera en 1904, así como con medalla de honor en la edición de 1922. Fue también galardonado con el primer premio en las Exposiciones Internacionales de Lieja, Munich y Barcelona. Eduardo Chicharro está actualmente representado en el Museo del Prado, el Nacional Centro de Arte Reina Sofía, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el Museo de Jaén y el Municipal de Arte Contemporáneo de Madrid, entre otros.

En este lienzo, embarcado dentro de la corriente simbolista finisecular, Chicharro plasma una imagen llena de sensualidad, color, movimiento y fantasía, en la que recrea un aquelarre medieval. En la escena las brujas son hermosas y jóvenes mujeres, que danzan y tocan instrumentos típicamente medievales en un claro del bosque. Entre ellas, sin embargo, destaca la presencia de un hombre embozado, al que una de las bellas brujas aferra, tratando de quitarle la espada para que se una a su celebración. Las mujeres aparecen danzando frenéticamente al ritmo de la música que interpretan con una gaita, un salterio, una pandereta, un órgano de mano y un rabel, todos perfectamente representados con un interés casi documental.

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Escuela flamenca del siglo XVII. Lote: 34003808

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Escuela flamenca del siglo XVII.
“La Asunción de la Virgen”.
Óleo sobre cobre.
Medidas: 69,5 x 87 cm; 87,5 x 105 cm (marco).

En esta obra se representa, de un modo triunfal y escenográfico característico del barroco, la Asunción de María, quien se halla en la parte superior de la pintura, sobre cúmulos de nubes, siendo alzada al cielo por dos ángeles mancebos, con dos ángeles niños a sus pies. Detrás de ella se abre la Gloria, representada por la dorada luz divina, un elaborado rompimiento en cuyos márgenes vemos multitud de ángeles en distintas posiciones, unos mirando a la tierra y otros hacia lo alto. En el plano terrenal, claramente diferenciado del celestial por la línea de las nubes, en una composición típica del primer barroco, se acumulan los personajes en torno a la tumba abierta de la Virgen. Se trata de los apóstoles que, habiendo presenciado la muerte de María, quedan maravillados ante su Ascensión.

Algunos, como San Juan Evangelista, aparecen representados de espaldas, cerrando una composición circular definida en torno a la tumba, clásica y ordenada pese al aparente amontonamiento de los personajes en favor de la teatralidad y, ante todo, del dinamismo de la escena. En el centro, debajo de la Virgen, vemos a cuatro mujeres, una de ellas seguramente Santa Ana, madre de María, por lo avanzado de su edad. Las otras tres serían María Magdalena, que ayuda a dos hombres a alzar la lápida que cierra la tumba, y dos discípulas, quizás María de Betania y María Salomé, quienes junto a la Virgen forman el grupo de las Tres Marías. Todos los personajes aparecen mirando hacia el cielo, con las manos alzadas expresando tanto sorpresa como veneración, salvo los tres personajes que alzan la lápida, un detalle de hábil narratividad, y Santa Ana, que aún contempla la tumba vacía de su hija.

La expresión Asunción es significativa: se opone a la Ascensión, como lo pasivo a lo activo. Es decir, María no asciende al cielo por sus propios medios, como Cristo, sino que es elevada al Paraíso por los ángeles. El arte bizantino representa la Asunción del alma de la Virgen, recogida por Cristo en su lecho de muerte. En cambio, el arte de Occidente plasma su Asunción corporal fuera de la tumba donde los apóstoles la habían sepultado. Por lo tanto, debe distinguirse en la iconografía la Asunción del alma de la Virgen en forma de niña y la Asunción de su cuerpo glorioso, siendo la segunda la aquí representada.

El modelo europeo suele presentar a María en actitud orante, elevando las manos unidas y rodeada de luz dorada, llevada por ángeles y dejando la tumba abierta a sus pies, que puede aparecer vacía o llena de lirios y rosas. En este caso, sin embargo, aparece mirando hacia abajo, hacia el plano terrenal, donde se sitúan los apóstoles y las santas mujeres. A causa de una confusión iconográfica, la Asunción perderá su carácter original para convertirse en Ascensión. En vez de ser elevada por ángeles, la Virgen vuela sola, con los brazos extendidos; los ángeles que la rodean se limitan a formarle cortejo. Esta transformación se consumó en el arte italiano del siglo XVI, y progresivamente se extendió por el resto de Europa. Sin embargo, esta nueva fórmula no eliminó a la antigua, de la que encontramos ejemplos en el siglo XVII, tal y como aquí vemos.

 

 

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MARTÍNEZ TARRASSÓ, Casimiro (Barcelona, 1898 – 1980). Lote: 34003471

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MARTÍNEZ TARRASSÓ, Casimiro (Sarrià, Barcelona, 1898 – Barcelona, 1980).
“Paisaje”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en la zona inferior izquierda.
Medidas: 46 x 55 cm.

Conocido simplemente como Tarrassó, se formó en la Escuela de La Lonja de Barcelona. Completó sus estudios en París, donde pudo conocer de primera mano las obras fauvistas que sacudían el ambiente artístico parisino en ese momento. Fue ante todo paisajista brillante, con un estilo caracterizado por su colorido violento y vivo, muy luminoso. Siguió la estela de los grandes paisajistas catalanes, fijándose sobre todo en Joaquín Mir, aunque con una personalidad claramente diferenciada debida en parte al impacto que el fauvismo tuvo en su pensamiento artístico. Cultivó el bodegón y los paisajes catalanes y mallorquines.

Realizó su primera exposición en 1928, en las Galerías Layetanas de Barcelona. Desde entonces se sucedieron sus muestras en Barcelona, Madrid, Palma de Mallorca y Bilbao. En 1935 visita Mallorca por primera vez, y a partir de 1940 contará con un estudio allí, concretamente en Palma, donde vivió largas temporadas y desarrolló la mayor parte de su producción artística. Tras la Guerra Civil, durante los años cuarenta, Tarrassó tomó parte en varias Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, en sus ediciones de 1942, 1943 y 1950, y celebró no pocas muestras personales en Barcelona, en salas como Augusta, Layetanas, Ars, etc., destacándose entre ellas la que celebró de paisajes pirenaicos en 1948, y la de grandes lienzos de paisajes mallorquines que presentó en 1949.

Aunque el paisaje fue siempre el centro de su producción, Tarrassó realizó también obras como la decoración mural de la iglesia de Santa María de Badalona. En Mallorca realizó asimismo una singular empresa, plantando su caballete en las Cuevas de Campanet para captar las estalactitas y estalagmitas de sus cavidades pétreas, desarrollando una serie de obras que presentó en las Galerías Costa de Palma en octubre de 1948. A lo largo de su carrera Tarrassó fue distinguido con el Premio Pollença del I Certamen Internacional de Pintura, en 1962; el Santiago Rusiñol en 1972; y las medallas obtenidas en diversas ediciones de los Salones de Otoño de Palma de Mallorca: primera en 1967 y 1973, y de honor en 1970. La obra de Tarrassó se caracteriza por la gran personalidad de su colorido. Su obsesión por el cromatismo determina una pintura profundamente sensorial, vitalista e intuitiva. Está representado en diversas colecciones privadas nacionales e internacionales, así como en el Museo y Fondo Artístico de Porreras (Mallorca) y el de Arte Moderno y Contemporáneo de Palma.

 

 

 

 

 

 

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GARRALDA ALZUGARAY, Elías (Lesaka, Navarra, 1926). Lote: 34001322

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GARRALDA ALZUGARAY, Elías (Lesaka, Navarra, 1926).
“Camino en el Iraty”, Navarra.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo. Firmado, titulado y localizado al dorso.
Medidas: 81 x 100 cm; 97 x 116 cm (marco).

 

Pintor bidasotarra afincado en Olot desde hace más de sesenta años, Elías Garralda ha consagrado su pintura al paisaje, concretamente de los distintos parajes y pueblos del Bidasoa y de Navarra, así como de Cataluña y Baleares, y otros captados en sus viajes por Galicia, Asturias, Cantabria, Vizcaya y los Picos de Europa. Inició su formación en la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona, y también con el pintor Jesús Basiano. A consecuencia del estallido de la Guerra Civil se instalará en Francia entre 1937 y 1939, concretamente en Bayona, donde recibió clases del pintor René Barnalin.

A su regreso a España Elías Garralda se afinca en Olot, completando su formación en la escuela de artes de la localidad, entonces dirigida por Martí Casadevall. Expone por primera vez en 1947, en la Sala Armengol, desarrollando desde entonces una intensa actividad que le ha llevado a mostrar su obra en más de cien ocasiones en Barcelona, Girona, Bilbao, Valencia, Vigo, Madrid, Castellón, etc. Desdeña participar en concursos y certámenes artísticos, pero ha sido distinguido con la Medalla de Plata de la Escuela de Bellas Artes de Olot. Entre sus muestras más recientes destaca la celebrada en la casa de cultura Arizkunenea de Elizondo (Navarra) en 2009.

Especializado principalmente en la pintura de paisajes, Garralda trabaja como un auténtico artesano, utilizando en su pintura veladuras y superposiciones. No entiende el oficio de pintor como la titulación que se otorga al superar unos estudios más o menos académicos, sino en el concepto de sabiduría, como decían los maestros del Renacimiento. Garralda no es un artista de pincelada suelta o golpeada, sino que el suyo es un toque de pincel fundido y empastado. La suya es una pintura reflexiva y profundamente pensada, sin estridencias y dominada por la calma. Evita los colores excesivos y se centra en los necesarios, buscando ante todo el naturalismo. Según sus propias palabras, pinta siempre del natural, considerando ésta la única forma de captar los campos de luz y las variaciones cromáticas.

 

 

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MENESES OSORIO, Francisco (Sevilla, h. 1640 – 1721). Lote: 34002370

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MENESES OSORIO, Francisco (Sevilla, h. 1640 – 1721).
“San José con el Niño”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado en el siglo XIX.
Presenta varias etiquetas documentales, y una nota del siglo XIX atribuyendo la obra a Murillo.
Se adjunta certificado y estudio de Joan Ramon Triadó Tur y un estudio técnico de Rafael Romero Asenjo.
Medidas: 143,5 x 100,5 cm; 156 x 113 cm (marco).

 

Joan Ramon Triadó es profesor en la UB, y anteriormente ha ejercido la docencia en la Escuela Massana y en la Tufts University-Skidmore College de Barcelona. Se doctoró con una tesis centrada en el bodegón español del XVII, y es autor de varios libros sobre arte catalán entre los siglos XVI y XVIII. Además ha coordinado varias colecciones de libros centrados en la Historia del Arte. En la conclusión de su estudio técnico, Rafael Romero afirma que las características técnicas de la obra, tanto la preparación como los pigmentos empleados, nos permiten fecharla en pleno Siglo de Oro sevillano, concretamente en el siglo XVII, momento en el que se encuadra la figura de Francisco Meneses Osorio.

Esta obra presenta la imagen de San José portando en sus brazos al Niño Jesús dormido, sobre el que revolotean angelitos. San José lleva un ramo de azucenas símbolo de pureza, y a sus pies vemos un cesto con los utensilios de un carpintero. A la derecha aparece una cuna, y la composición queda cerrada en el ángulo superior derecho por una cortina. El Dr. Triadó relaciona la pintura con otras de Francisco Meneses Osorio como el “Niño Jesús con los atributos de la Pasión”, donde vemos la misma configuración del niño desnudo, así como una característica típica de este pintor, los dedos en forma de garra y separados. Otro detalle que apoya esta atribución es la tipología de los angelitos, representados a la manera española (cabecita y alas), parecidos a los que aparecen en otra obra de Meneses Osorio, una “Inmaculada”. Su relación con Murillo se hace patente en el tratamiento de los detalles, especialmente en el cesto de mimbre. Por último el cromatismo oscuro de la obra se relaciona con la “Aparición de la Virgen de la Merced a San Pedro Nolasco” de la Universidad de Sevilla.

Pintor sevillano continuador del estilo de Murillo, de quien fue discípulo directo, las primeras obras firmadas que se conocen de la mano de Meneses Osorio datan de 1663. Se le documenta como miembro de la Academia sevillana entre 1666 y 1672, y a la muerte de Murillo en 1682 fue Meneses quien se encargó de concluir el lienzo central de los “Desposorios místicos de Santa Catalina” que aquél había dejado inconcluso, y realizó por completo los cuadros que ocupaban los laterales (altar mayor de los Capuchinos de Cádiz). Algunas de sus obras fueron incluso asignadas al propio Murillo, si bien creó tipos propios, de rasgos personales, que han permitido atribuirle obras no firmadas como el “San Miguel” del Hospital de la Caridad de Sevilla.

 

 

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DOMÍNGUEZ PALAZÓN, Óscar (La Laguna, Tenerife, 1906 – París, 1957). Lote: 34003840

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DOMÍNGUEZ PALAZÓN, Óscar (La Laguna, Tenerife, 1906 – París, 1957).
Sin título, 1942.
Carbón sobre papel.
Firmado y fechado en el ángulo inferior derecho.
Adjunta certificado de autenticidad emitido por Ana Vázquez de Parga.
Medidas: 27 x 30 cm; 56 x 63 cm (marco).

Domínguez perteneció a la Generación del 27, e inventó la decalcomanía, técnica pictórica que consiste en aplicar gouache negro sobre un papel, el cual se coloca encima de otra hoja sobre la que se ejerce una ligera presión, para finalmente despegar ambos papeles antes de que se sequen. En 1927, por negocios familiares, Domínguez viaja por primera vez a París. Regresa al año siguiente y entra en contacto con el movimiento surrealista, y especialmente con su figura central, André Breton. Este grupo marcará su trayectoria hasta que es expulsado por acercarse a la pintura de Picasso.

Debutó individualmente en 1933, en el Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife y en Las Palmas de Gran Canaria. En 1935 participó en la Exposición Surrealista de Santa Cruz de Tenerife, en la que firmó el manifiesto “Du temps que les surréalistes aviaient raison”. También son importantes sus objetos surrealistas, algunos de los cuales expuso en París, en la Exposition Surréaliste d’Objets de la Galerie Charles Ratton de 1936. A causa de la Guerra Civil se exilió en Francia, pasando prácticamente el resto de sus días en la capital. El artista vivió los últimos años de su vida preso de la locura tras sufrir acromegalia, enfermedad degenerativa que deformó su físico e hizo crecer extraordinariamente su cráneo. La Nochevieja de 1957 se suicidó en París, completamente borracho, abriéndose las venas en el baño de una fiesta que daba su amiga, la Vizcondesa de Noaffles.

Domínguez es hoy considerado uno de los mayores exponentes mundiales de la vanguardia histórica española que se gestó en París durante las primeras décadas del siglo XX. En general, las figuras y objetos que componen sus obras surrealistas contienen referencias mágicas, mecanicistas y sexuales, situándose muchas de ellas en el paisaje canario a pesar de residir la mayor parte de su vida en París. La aportación más importante que Óscar Domínguez hizo al surrealismo fue la invención de la decalcomanía o calcomanía, técnica en la que el automatismo psíquico tenía un protagonismo absoluto. Este procedimiento tuvo una magnífica aceptación entre los surrealistas que lo adoptaron rápidamente e influyó posteriormente en la pintura expresionista abstracta. La decalcomanía consiste en introducir gouache negro líquido entre dos hojas de papel presionándolas de un modo no controlado.

Otra de sus aportaciones al movimiento surrealista fue la teoría de la petrificación del tiempo a través de la cual empieza a introducir en sus composiciones formas cristalizadas y estructuras de redes angulosas. Hay petrificaciones de ese estilo en los cuadros de René Magritte. Está representado en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y en los Museos de Arte Moderno de París, Bruselas y Praga, entre otros, aunque la mayor parte de su obra está en manos privadas. También se puede contemplar su obra en el Instituto que lleva su nombre en el TEA de Santa Cruz de Tenerife.

 

 

 

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DALÍ I DOMÈNECH, Salvador (Figueras, Girona, 1904 – 1989). Lote: 33003428

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DALÍ I DOMÈNECH, Salvador (Figueras, Girona, 1904 – 1989).
“San Narciso de las moscas”, 1981.
Escultura en bronce con plaqué de oro de 3 micras de 24 kts, sobre peana de mármol, ejemplar A 260/300.
Firmada y numerada.
Adjunta certificado emitido por Exmundart.
Medidas: 14 cm de altura, más 6 cm de la peana.
Ejemplar 260 de la tirada a escala mundial de 300 ejemplares. Pertenece a la serie A, la de mayor tamaño de las tres que se realizaron de este modelo.

 

Durante sus primeros años, Dalí descubre la pintura contemporánea durante una visita familiar a Cadaqués, donde conoce a la familia de Ramón Pichot, artista que viajaba regularmente a París. Siguiendo los consejos de Pichot, Dalí empieza a estudiar pintura con Juan Núñez. En 1922, Dalí se alojó en la célebre Residencia de Estudiantes de Madrid para iniciar estudios de Bellas Artes en la Academia de San Fernando. Sin embargo, antes de sus exámenes finales, en 1926, fue expulsado por afirmar que no había nadie en la misma en condiciones de examinarle.

Ese mismo año Dalí viaja a París por primera vez. Allí conoció a Picasso, y asentó algunas características formales que se convertirían en distintivas de toda su obra desde entonces. Su lenguaje absorbía las influencias de muchos estilos artísticos, desde el academicismo clásico a las vanguardias más rompedoras. En aquella época, el pintor se dejó crecer un vistoso mostacho que imitaba al de Velázquez, que se convertiría en su sello personal el resto de su vida. En 1929, Dalí colaboró con Luis Buñuel en la realización de “Un perro andaluz”, en el que se mostraban escenas propias del imaginario surrealista. En agosto de ese mismo año conoció a su musa y futura esposa Gala.

Durante este periodo, Dalí celebró exposiciones regulares tanto en Barcelona como en París, y se unió al grupo surrealista afincado en el barrio parisino de Montparnasse. Su trabajo influyó enormemente en el rumbo del surrealismo durante los dos años siguientes, siendo aclamado como creador del método paranoico-crítico que, según se decía, ayudaba a acceder al subconsciente liberando energías artísticas creadoras. En 1931 Dalí pintó una de sus obras más célebres, “La persistencia de la memoria”, en la que según algunas teorías ilustró su rechazo del tiempo como entidad rígida o determinista.

El pintor desembarcó en América en 1934, gracias al marchante Julian Levy. A raíz de su primera exposición individual en Nueva York su proyección internacional queda definitivamente consolidada, y desde entonces mostrará su obra y dará conferencias por todo el mundo. Ese mismo año fue sometido a un “juicio surrealista” del cual resultó su expulsión del movimiento, debido a que el pintor consideraba que el surrealismo podía existir en un contexto apolítico, negándose a comprometerse con las ideas de André Breton. A esto, Dalí respondió con su célebre réplica, “Yo soy el surrealismo”. La mayor parte de su producción está reunida en el Teatro-Museo Dalí de Figueras, seguida por la colección del Salvador Dalí Museum de St. Petersbug (Florida), el Reina Sofía de Madrid, la Salvador Dalí Gallery de Pacific Palisades (California), el Espace Dalí de Montmartre (París) o el Dalí Universe de Londres.

 

 

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Atribuido a BARRERA, Francisco (Madrid, 1595 – 1658). Lote: 34003827

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Escuela española del siglo XVII. Atribuido a BARRERA, Francisco (Madrid, 1595 – 1658).
“Bodegón de cocina con figura y animales”.
Óleo sobre lienzo.
Medidas: 86,5 x 136 cm.

 

En esta obra se conjugan la pintura de figuras con la del bodegón con animales, como fue frecuente dentro del pleno barroco no sólo en España, sino también en otras escuelas como la flamenca o la italiana. Vemos un interior de cocina, donde los plintos de piedra que remiten a Sánchez Cotán permiten colocar los distintos objetos, frutos y animales de forma ordenada y escalonada, permitiendo su perfecta contemplación. Otros detalles, como las aves colgadas de la pared o el cesto del escalón inferior, también evidencian el conocimiento de Sánchez Cotán. Sin embargo, el pintor introduce un personaje que aporta un enorme sentido narrativo, y a la vez escenográfico, a la escena, y además abre el espacio a un paisaje nevado, que refuerza el sentido invernal de la imagen, como lo hace el brasero ante el cual el personaje se calienta las manos.

Por su estilo, rasgos formales e incluso por su temática podemos atribuir esta obra a Francisco Barrera, pintor bodegonista de la escuela madrileña de la primera mitad del siglo XVII. Documentado como maestro a partir de 1923, fue especialmente activo durante los años treinta y cuarenta. Aunque también realizó paisajes, pintura decorativa y de género, destacó ante todo en el bodegón. Su pintura gozó de gran éxito; su taller contaba con muchos discípulos, y fue amigo de otros bodegonistas como Antonio Ponce y Juan de Arellano. Tuvo, no obstante, algunos problemas con las autoridades. En 1934 investigan sus tiendas y se llevan varios retratos del rey, por considerarlos indecorosos (existían unas reglas muy estrictas sobre la representación pictórica de Felipe IV). Asimismo, diez años más tarde es denunciado a la Inquisición por realizar obras religiosas no ajustadas a la iconografía.

Sus bodegones revelan, ante todo, la influencia de Juan de Van der Hamen, principal cabeza de la escuela madrileña de la primera mitad del XVII. Sin embargo, por ser algo más tardío, Barrera se muestra menos severo y geométrico: coloca los objetos de forma más intuitiva, más aleatoria, es menos minucioso en la descripción y no se recrea tanto en las texturas. Tampoco presenta el tono cortesano de los bodegones de Van der Hamen, sino que tiende más hacia lo cotidiano. Así, Barrera presenta los alimentos en contextos como de cocina aunque, a partir de 1626, los soportes serán no ya mesas sino plintos de piedra como el que aquí vemos, por influencia de Sánchez Cotán.

Fueron especialmente famosos sus bodegones estacionales como este, con alimentos de temporada, que se pusieron de moda en la corte. Barrera representa un momento más avanzado en el barroco que Van der Hamen y Cotán: busca la asimetría en sus composiciones, el naturalismo en la disposición de los elementos, e incluso abre ocasionalmente a paisaje. En su estilo predomina el dibujo, y gusta de poner elementos en escorzo, saliendo de la superficie sobre la que apoyan y acentuando la sensación de profundidad, como aquí el ave situada en el ángulo inferior derecho. Francisco Barrera está representado en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, el Museo Nacional de Eslovaquia, así como en otras importantes colecciones de todo el mundo, tanto públicas como privadas.

 

 

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Talla gótica, Cataluña, siglo XIV. Lote: 34003825

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Talla gótica, Cataluña, siglo XIV.
“Sant Jordi”.
Madera tallada y policromada.
La lanza es posterior.
Medidas: 122 x 100 x 35 cm.

 

Grupo escultórico en bulto redondo compuesto por dos figuras: Sant Jordi, a caballo, y el demonio vestido a sus pies, un híbrido monstruoso con cuerpo de dragón y alas de mariposa. El santo se dispone a darle el golpe de gracia al dragón, y apunta la lanza a su cuello con la mano derecha mientras con la izquierda sostiene las bridas de su montura. Formalmente esta obra acusa aún el hieratismo gótico, pero denota ya el interés por el movimiento y el naturalismo propios del siglo XIV.

Con la llegada del gótico se produce un sustancial cambio estético en toda Europa, tanto en la arquitectura como en la pintura y la escultura. El hieratismo simbólico y atemporal del románico deja paso a un afán de realidad y de sentido narrativo que hunde sus raíces en la escultura clásica y fuerza a los artistas a tomar como modelo a la naturaleza. Los escultores góticos pretenden, por tanto, representar el mundo visible tal y como es. De este modo se trata de humanizar los gestos y actitudes de los personajes, que adquieren individualidad. Se dejan atrás las convenciones estéticas –como los grandes ojos destacados sobre el resto de la cara, que simbolizaban el alma del personaje- y se busca una representación naturalista de rostros, anatomías, indumentaria, etc. Siguiendo esta nueva línea estética las figuras abandonan sus posturas verticales, simétricas y hieráticas para adoptar otras cada vez más expresivas y gestuales, con un mayor realismo en el movimiento. A la vez, se busca representar las emociones de los personajes, mediante elocuentes gestos del rostro y las manos.

El gótico sufre una evolución, desde el clasicismo del siglo XIII, donde se busca la serena belleza del naturalismo idealizado, hasta un cierto manierismo de las formas que se advierte en la estilización y alargamiento de las figuras, ya en el siglo XIV. La escultura gótica alcanzará su mayor auge entre los siglos XIII y XIV, donde seguirá predominando la escultura monumental heredada del mundo románico, especialmente como complemento de la arquitectura.

Jorge es un santo fabuloso a quien se considera oriundo de Capadocia a causa de una confusión con otro Jorge, obispo arriano de Alejandría. Su leyenda, que fue rechazada por el concilio del siglo V como apócrifa, lo hace oficial de una legión romana, que atravesó una ciudad aterrorizada por un dragón que devoraba hombres y animales. Para calmar el hambre del monstruo, los campesinos le entregaban dos ovejas diarias. Cuando se acabó el ganado, le entregaban dos jóvenes elegidas por sorteo. Un día la suerte recayó en la hija del rey. Cuando la joven estaba a punto de ser devorada apareció san Jorge y atravesó al dragón con su lanza. Según la Leyenda Dorada, sólo lo habría herido. Jorge le pidió a la princesa que anudara su cinturón alrededor del cuello del dragón, que la siguió a todas partes como un perrito llevado por la correa. El santo distribuyó entre los pobres el dinero que le dio el rey como recompensa. Después de su victoria sobre el dragón, llegará su muerte. Habría sido martirizado en el año 303, por negarse a ofrecer sacrificios a los dioses durante la persecución de Diocleciano.

En Italia fue elegido patrón por las repúblicas de Génova y de Venecia, y en Cataluña lo adoptó Barcelona. En Alemania se convirtió en patrón de los caballeros de la orden Teutónica. En Inglaterra se convirtió en un santo nacional, a partir de 1222, año del sínodo de Oxford. Además, el santo fue elegido patrón de la orden de la Jarretera, instituida en 1349 por Eduardo III. Santo esencialmente militar, es el patrón de los caballeros y de los jinetes, de los arqueros y de los ballesteros, así como de las corporaciones de artesanos que proveen suministros a los combatientes: armeros, plumajeros y guarnicioneros. En griego, su nombre, que significa trabajador de la tierra, le ha valido el patronazgo de los labriegos. Se recurría a su protección para los caballos y también se lo invocaba contra las serpientes venenosas porque mató a un dragón. Además, se recurría a su protección contra la lepra, la peste y la sífilis. En el arte se representa a san Jorge como un joven imberbe, en armadura de caballero, a pie o montado a caballo. Además del dragón bramando a sus pies, tiene como atributos una lanza partida, una espada desenvainada, un escudo con una cruz y una bandera blanca con una cruz roja.

 

 

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MARTÍNEZ PADILLA, Rafael María (Málaga, 1878 – Barcelona, 1961). Lote: 33008250

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MARTÍNEZ PADILLA, Rafael María (Málaga, 1878 – Barcelona, 1961).
“Monasterio de Sant Pere de Roda”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 80 x 120 cm; 108,5 x 148 cm (marco).

Rafael Martínez Padilla residió en Barcelona desde su niñez, hasta 1937 en que se trasladó a Francia. Regresa a la Ciudad Condal en 1950. Posteriormente estudiará en la Escuela de Bellas de Sant Jordi, y a partir de 1904 tomará parte en la mayoría de certámenes y exposiciones oficiales celebrados en Barcelona.

Ese año participó en la Exposición Universal de 1904 con “El dolor”, obra que premiada, y en 1906 es distinguido en la Nacional de Bellas Artes de Madrid con una mención honorífica por una de las obras que presentó, titulada “Sic transit”. Asimismo, obtuvo segunda medalla en la Internacional de Barcelona de 1907, por su pintura “Marina”. También celebró exposiciones individuales, destacando especialmente la realizada en 1905 en la Sala Parés, donde reiterará su presencia con posterioridad. Padilla fue amigo de Luis Bagaria, y frecuentó la tertulia de Els Quatre Gats.

Durante su estancia en Francia cultivó principalmente el paisaje, y celebró diversas exposiciones tanto en París como en Honfleur. Alcanzó especial éxito con la realizada en 1949 en la galería parisina Berheim-Jeune. Destacó también como retratista, y pintó con acierto temas de bodegón y figuras femeninas de gran elegancia. En 1950, a su regreso de París, celebró en Barcelona la que sería su última exposición. Al revés que ocurre con otros pintores, Padilla alcanzó su mayor nivel artístico en los últimos años de su vida, en los que su pintura evolucionó desde el suave modernismo simbolista inicial hacia un paisajismo de fuerte colorido, cercano a las mejores obras de Joaquín Mir. Actualmente está representado en el MACBA, en la Fundación del Banco Hispano Americano y en otras importantes pinacotecas españolas y extranjeras.

 

 

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OSLÉ SÁENZ DE MEDRANO, Llucià (Barcelona, 1880 – 1951). Lote: 34002312

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OSLÉ SÁENZ DE MEDRANO, Llucià (Barcelona, 1880 – 1951).
“Pastora”, París.
Escultura en bronce con peana de mármol.
Firmada y localizada en la zona inferior.
Medidas: 35 x 28 x 12 cm (escultura); 3 x 32,5 x 15 cm (peana).

Escultor formado en la Escuela de Artes y Oficios de Barcelona, también trabajó ocasionalmente la pintura. Fue discípulo de José Montserrat, y desarrolló la mayor parte de su carrera como fundidor artístico, en los talleres Masriera i Campins. Llucià compartió su vida y gran parte de su trabajo con su hermano Miquel, con cuya colaboración produjo gran cantidad de obras.

Fue distinguido dos veces con Mención de Honor en la Exposición Nacional de Bellas Artes (1899 y 1901), y en 1908 alcanzó la Primera Medalla. También obtuvo las primeras medallas de las Exposiciones de Barcelona (1907) y Zaragoza (1908). Obtuvo Segunda Medalla en la Universal de Buenos Aires de 1910, y de Oro en la de Panamá de 1916. En 1929 fue galardonado, junto con su hermano, en la Internacional de Barcelona. Fue profesor de la Escuela de Bellas Artes de San Jorge. Está actualmente representado en los Museos de Arte Moderno de Madrid y Barcelona.

En esta obra el escultor Llucià Oslé plasma una imagen realista de tema pastoril, que enlaza en su temática, concepción y aspectos formales con la escuela naturalista yendo, sin embargo, más allá de la simple representación del natural. Así, el escultor compone una obra de rigurosa composición, ordenada y equilibrada, que remite a la estatuaria clásica. Esta estructura racional se conjuga, sin embargo, con un tratamiento formal totalmente naturalista, especialmente delicado en la captación de las calidades, contrastadas y hábilmente descritas, y que alcanza una gran perfección en el tratamiento del rostro de la figura, idealizado pero a la vez concentrado y sereno, de gran expresividad.

 

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BORES LÓPEZ, Francisco (Madrid, 1898 – París, 1972). Lote: 35015230

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BORES LÓPEZ, Francisco (Madrid, 1898 – París, 1972).
“Bodegón”, 1951.
Óleo sobre tabla.
Firmado y fechado en la zona inferior derecha.
El marco presenta desperfectos.
Medidas: 22,5 x 31,5 cm; 48,5 x 53 cm (marco).

Francisco Bores se formó en la academia de pintura de Cecilio Pla, donde conoció a Pancho Cossío, Manuel Ángeles Ortiz y Joaquín Peinado, entre otros. Asimismo, frecuentó las tertulias literarias madrileñas afines al ultraísmo. En esta época realiza grabados para un gran número de revistas, como “Horizonte” o “Revista de Occidente”, y asiste a la Academia Libre de Julio Moisés, donde coincide con Dalí y Benjamín Palencia. En 1922 participa por vez primera en la Exposición Nacional de Bellas Artes, y tres años más tarde mostrará su obra en la primera Exposición de la Sociedad de Artistas Ibéricos, pero la falta de interés del público madrileño por el arte joven le impulsa a marcharse a París.

En la capital francesa entra en contacto con Picasso y Juan Gris, y debuta individualmente en 1927, contratado por la galería Percier. Por estos años, y a través de su amistad con Picasso, comienzan sus relaciones con el crítico de arte Tériade, quien le dedica un extenso artículo en “Cahiers d’Art”. Se inicia en este momento el despegue de su carrera artística. En 1929 participa en la muestra “Pintores y escultores españoles residentes en París”, celebrada en el Jardín Botánico de Madrid. También por esta época colabora en revistas de vanguardia como “Litoral”, “La Bête Noire”, “Martín Fierro”, etc. En 1931 realiza una exposición individual en la galería Georges Bernheim de París, y al mismo tiempo firma un contrato con el galerista suizo Max Esiherberger. En 1932 y 1933 expone en la galería Vavin-Raspail de París, coincidiendo con la aparición de la primera monografía sobre su pintura.

A mediados de la década de los treinta es contratado por la galería Zwemmer de Londres, donde celebra una muestra individual. Su obra se ve influida por el cubismo de Picasso y, en ocasiones, por el surrealismo y la abstracción. Francisco Bores llegó a ser un maestro en el uso del color, cuya aplicación sigue a veces criterios abstractos, hasta tal punto que sustituye al dibujo o a la línea a la hora de definir los objetos, las figuras y el espacio en el que se insertan. Existe además en su lenguaje una clara tendencia a la experimentación del color, que le lleva a mimar los semitonos cromáticos.

Tras la Segunda Guerra Mundial Bores reanuda su actividad expositiva, y en 1947 el Estado francés adquiere, por primera vez, una obra de Bores. En 1949 será el Museo de Arte Moderno de Nueva York el que compre sus cuadros. En la década de los cincuenta continúa exhibiendo sus obras en múltiples galerías europeas. En 1969 expone en la Galería Theo de Madrid, lo que supone su aproximación al público español que, prácticamente, desconocía su obra salvo en los círculos profesionales donde, en cambio, era muy apreciada. En 1971 vuelve a exponer en esta misma Galería Theo, falleciendo en París en 1972.

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KEMM, Robert (Salisbury, Inglaterra, 1837 – Londres, 1895). Lote: 35003883

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KEMM, Robert (Salisbury, Inglaterra, 1837 – Londres, 1895).
“Un alto en el camino, con Granada al fondo”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
Medidas: 101 x 127 cm; 146 x 172 cm (marco).

Hijo del tallista y dorador William Kemm, su afición por la pintura debió despertarse muy pronto, ya que con sólo catorce años aparece registrado en el censo como artista. Durante sus primeros años Kemm realizó dos series de 256 acuarelas sobre iglesias de Wiltshire. Siguiendo a sus contemporáneos J. Phillip, J. Bagnold Burgess y E. Long, realiza un viaje a España entre 1861 y 1864, visitando en particular Sevilla y Granada.

En los años que precedieron a su primera exposición, Kemm se dedicó principalmente al retrato. Su primera muestra en la Real Sociedad de Artistas Británicos tuvo lugar en 1874. En esta primera exposición Kemm muestra ya todos los elementos típicos de su estilo, con obras de temática española. Cabe destacar la presentación de varias obras de Kemm en la exposición “Pintores románticos ingleses en la España del XIX”, organizada en Zamora por Caja Duero en 1999, a partir de una colección particular española. Robert Kemm está representado en el Museo de Bellas Artes de San Francisco, el Museo Salisbury, la Sociedad Arqueológica de Wiltshire, el Museo de Sunderland y el de Sheffield.

Durante el siglo XIX, España e Inglaterra mantuvieron una relación especial. El valioso apoyo prestado por Gran Bretaña al fervor patrio frente al invasor francés, llevó a los españoles a mirar con simpatía a los británicos. Por su parte, los pintores y literatos británicos descendieron sobre España, país que les ofrecía la quintaesencia del idealismo romántico. Tal vez buscando un paisaje natural y más auténtico viajaban a la península, donde la Revolución Industrial todavía no había degradado la faz del paisaje. El progreso en las comunicaciones convirtió a España en un destino exótico, pero a la vez cercano, para los jóvenes pintores ingleses que rechazaban la burguesía industrial y la pobreza de espíritu que estaba embargando las grandes ciudades en constante crecimiento.

De hecho, tras la Guerra de la Independencia nuestro país comenzó a adquirir un aura de exotismo y extravagancia que atrajo a buen número de intelectuales y artistas ingleses. La Andalucía mora, el bandolero, la Iglesia oscurantista, el torero apuesto y la maja, la dama con mantilla, los niños descalzos, el mendigo lleno de harapos, la gitanilla de Cervantes… Pinturas como la que aquí presentamos nos acercan a la esencia del romanticismo, a la exaltación de lo anímico como respuesta a una época que ponía el paño sobre el altar de la Razón. Para lograr este objetivo, los pintores románticos dejaron de supeditar el color al dibujo reproduciendo así con más fuerza expresiva y un mayor naturalismo los motivos pictóricos. La pincelada se vuelve impetuosa, el color alcanza su autonomía, el empaste es más grueso, etc.

 

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Atribuido a ANCHETA, Juan de (Azpeitia, Guipúzcoa, ca. 1540 – Pamplona, 1588). Lote: 33008165

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Escuela Romanista del siglo XVI. Atribuido a ANCHETA, Juan de (Azpeitia, Guipúzcoa, c. 1540 – Pamplona, 1588).
“Virgen con Niño”.
Madera tallada, estofada, dorada y policromada.
Medidas: 102 x 59 x 40 cm.

Talla de medio bulto en madera, estofada, dorada y policromada, que representa a María sentada en un trono de respaldo bajo, con el Niño sentado en su rodilla izquierda, sosteniendo una esfera (símbolo de la universalidad de la doctrina cristiana y del acto redentor de Cristo) y un rosario en una de sus manos. El Niño, desnudo y cubierto sólo en parte por el velo de su madre, alza su mano derecha en señal de bendición. La Virgen viste túnica roja, símbolo de la Pasión de Cristo, manto azul que alude a los conceptos de verdad y eternidad, y velo dorado alsuvio a la gloria divina.

El tema de la Virgen representada con el Niño Jesús, y más concretamente con éste en su regazo, sentado o de pie, tiene su origen en las religiones orientales de la Antigüedad, en imágenes como la de Isis con su hijo Horus, pero la referencia más directa es la de la Virgen como “Sedes Sapientiae”, o trono de Dios, en el arte cristiano medieval. Poco a poco, con el avance del naturalismo, la Virgen pasará de ser un simple “trono” del Niño a revelar una relación de afecto, a partir del periodo gótico. Desde entonces las figuras irán adquiriendo movimiento, acercándose la una a la otra, y finalmente desaparecerá el concepto de trono y con él el papel secundario de la Virgen. De este modo, la imagen se convertirá en ejemplo del amor entre María y su Hijo, una imagen de ternura, cercana, pensada para conmover el ánimo del fiel. Esta relación materno-filial, más humanizada, se traduce en la posición del Niño, que se sitúa ya como aquí vemos sentado sobre una de las piernas de su madre, claramente desplazado del lugar central que ocupaba en la escultura medieval, en el acercamiento entre las cabezas de las dos figuras y en el gesto amoroso por parte de María de abrazar a su hijo.

Por su estilo se puede atribuir esta obra a Juan de Ancheta, escultor barroco perteneciente a la Escuela Romanista, corriente del manierismo español que muestra una marcada influencia de los autores italianos que trabajaron en Roma, especialmente Rafael y Miguel Ángel. El estilo romanista se caracteriza especialmente por su monumentalidad y sus potentes anatomías, rasgos que se aprecian con claridad en esta talla. De hecho, Juan de Ancheta se formó con probabilidad en Italia, dado que su estilo delata influencias de maestros italianos, aunque no hay documentación que apoye este viaje.

Hacia 1565 Ancheta se encontraba en Valladolid, pero poco después estaba en Briviesca, presumiblemente colaborando con Gaspar Becerra en un retablo para la iglesia del convento de Santa Clara. De hecho, el estilo de Ancheta muestra la influencia del manierismo de Becerra, enriquecido con el clasicismo de la escultura romana contemporánea. Se cree que el escultor volvió a trabajar junto a Becerra hacia 1558, en un retablo de la catedral de Santa María de Astorga. Siguió trabajando en el área de Valladolid y Burgos, y fue nombrado por Juan de Juni en su testamento como “el único escultor capaz de terminar” su retablo en Santa María de Mediavilla (Medina de Rioseco). No obstante, dicho retablo fue finalmente concluido por Esteban Jordán. Ancheta finaliza en 1571 las delicadas figuras del retablo de la capilla de los arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael de la catedral zaragozana, y hacia 1575-78 trabajó en la capilla de los Trinitarios de la catedral de Jaca, donde realizó una figura de Dios Padre que se inspira directamente en el “Moisés” de Miguel Ángel. Antes de 1579, probablemente hacia 1577, realiza para la catedral de Pamplona un magnífico Crucificado por encargo del Cabildo, obra considerada una de las mejores tallas de Cristo en la cruz del siglo XVI español, junto con el de Pompeyo Leoni de El Escorial.

 

 

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MIRALLES I GALAUP, Francisco (Valencia, 1848 – Barcelona, 1901). Lote: 38003875

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MIRALLES I GALAUP, Francisco (Valencia, 1848 – Barcelona, 1901).
“Escena campestre”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
Precisa restauración.
Visto por Don Marçal Barrachina, quien puede emitir un certificado de autenticidad a petición y cargo del comprador.
Medidas: 50 x 60 cm; 64 x 75 cm (marco).

Francisco Miralles se formó en Barcelona en el taller de Ramón Martí Alsina, donde fue condiscípulo de los integrantes de la primera generación de realistas catalanes. Instalado en París entre 1863 y 1866, es posible que estudiara con Courbet aconsejado por Alsina, quien también se formó con él. Debido a estas influencias, su estilo de juventud, hasta finales de los años setenta, es aún vigorosamente realista. Más tarde evolucionará hacia un estilo de elegancia femenina, típicamente finisecular, con una técnica de influencia fortunyista.

En París popularizó un estilo refinado, centrado mayoritariamente en temas costumbristas de la vida burguesa y de la alta sociedad, fundamentalmente protagonizados por personajes femeninos. Participó en el Salón de los Artistas Franceses, en París, entre 1875 y 1896, y expuso desde 1877 en la barcelonesa sala Parés. Tras varios años a caballo entre París y Barcelona, regresa definitivamente a la ciudad condal en 1893. Francisco Miralles está representado en el MACBA, el de la abadía de Montserrat y el Círculo del Liceo de Barcelona, así como en importantes colecciones particulares.

En esta obra Francisco Miralles nos muestra una idílica escena protagonizada por varias jóvenes y una niña, que se encuentran pasando la tarde en el campo, relajadas ante la ausencia de hombres. Se trata pues de una escena íntima, que busca reflejar la vida cotidiana en su vertiente menos rígida y preestablecida para así lograr trasladar al lienzo la instantaneidad de una escena viva. Formalmente destaca la magnífica pincelada, de influencia impresionista, que refleja con sutileza y naturalismo las formas, los volúmenes, las calidades e incluso el espacio, que matiza delicadamente a base de sutiles gradaciones cromáticas y lumínicas.

 

 

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CHEF, Génia (Kazajistán, 1954). Lote: 35013913

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CHEF, Génia (Kazajistán, 1954).
“Antropomorphic Hand-Ears Stereo Telephone”, 1993.
Óleo sobre tabla.
Firmado y fechado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 20,5 x 29,5 cm; 33 x 43 cm (marco).

 

 

Nacido con el nombre de Evgeny Scheffer en la localidad kazaja de Aktjubinsk, entonces perteneciente a la URSS, Génia Chef formó parte de los círculos de Arte Inconformista Soviético en Moscú antes de emigrar a Berlín Oriental en 1985. Chef se formó en el Instituto Poligráfico de Moscú, donde fue premiado por sus ilustraciones de Edgar Allan Poe.

Ya en Berlín empezará a ser conocido gracias a los grabados que realiza basándose en la obra del Marqués de Sade. Posteriormente se trasladará a Austria, donde ampliará su formación en la Academia de Bellas Artes, obteniendo la Medalla Fueger de Oro. En 1993 expone por primera vez en Nueva York, junto a otros miembros del círculo Inconformista soviético. Actualmente está representado en el Museo Estatal Ruso, la Norton and Nancy Dodge Collection en el Museo Jane Woorhees Zimmerli, la Kolodzei Art Foundation, el Museo de Arte Contemporáneo de Skopje, el Museo de los Sueños de Sigmund Freud en San Petersburgo y en el del Checkpoint Charlie de Berlín, entre otras colecciones tanto públicas como privadas.

 

 

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HOMAR MEZQUIDA, Gaspar (Bunyola, Mallorca, 1870 – Barcelona, 1953). Lote: 34003752

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HOMAR MEZQUIDA, Gaspar (Bunyola, Mallorca, 1870 – Barcelona, 1953).
Paragüero con espejo modernista.
Madera, marquetería y metal.
Medidas: 215 x 104 x 25 cm.

Mueble paragüero, de recibidor, de estilo y época modernista, una creación del gran ebanista catalán Gaspar Homar. Su diseño se caracteriza por la fluidez y sencillez de sus líneas, combinando armónicamente las rectas del frente con la suave curva del remate superior. La estructura está dividida visualmente en tres calles, la central más ancha. Las tres calles están limitadas por bastidores planos, y en su parte superior decoradas con marquetería floral de procedimiento clásico, a base de piezas de madera de distintos tonos, recortadas una a una y embutidas formando una composición movida y naturalista típica del modernismo. Sobre los bastidores se sitúan cuatro percheros de metal, con remates en forma de capullo de rosa en bulto redondo, idénticos a los que aparecen representados en la marquetería. La calle central aloja además un espejo oval y, en su parte inferior, un resalto en planta con cubeta y travesaño de metal para alojar los paraguas.

Ebanista y decorador modernista, Gaspar Homar inició su formación en la Escuela de La Lonja, en Barcelona, para a continuación ampliar sus conocimientos en el taller del ebanista Francesc Vidal, quien había sido también maestro de su padre. En 1893, tan sólo diez años después, ambos abrirán un establecimiento propio en Barcelona, bajo el nombre de P. Homar e Hijo. Dos años más tarde muere su padre, quedando Gaspar al frente del taller. A lo largo de su fructífera carrera participó en exposiciones en Londres, Madrid, Barcelona, Zaragoza y París, y fue miembro del jurado de la Internacional de Venecia de 1908. Homar inicia su estilo dentro de la tendencia neogótica pero pronto se especializará en el modernismo, estilo en el que realizará sus mejores obras hasta 1918, dedicándose posteriormente a la producción de muebles convencionales. Durante estos años colaboró con Sebastià Junyent, Joan Carreres y Josep Pey Farriol en el diseño de muebles y estancias completas, con una exquisita riqueza de diseño, marquetería figurativa en plafones y muebles que son su sello de identidad, etc. Incorporó maderas exóticas como el sicomoro, el plátano, la caoba o el palisandro.

Su producción, de muebles tanto ornamentales (arquetas, paragüeros, etc.) como camas, armarios y sillas, fue muy reconocida. Sus obras más conocidas son la decoración integral de las casas Lleó-Morera (1904), Navàs y Burés, así como varios edificios de Gaudí y Doménech i Montaner. Asimismo obtuvo, entre otros galardones, el Gran Premio de Mobiliario y Decoración de la Exposición de Londres de 1907, el Gran Premio, Medalla de Oro y Gran Copa en la Esposizione Internazionale Industria-Lavoro Arte Decorativa de Venecia (1908) y el Gran Premio de la Exposición Internacional de Confort Moderno de París de 1909. Actualmente, se conservan piezas de mobiliario de Gaspar Homar en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, el Museo de Art Nouveau y Art Déco Casa lis de Salamanca y el Museo Nacional de Artes Decorativas de Madrid, entre otros.

 

 

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Escuela italiana de finales del siglo XIX. Lote: 34003770

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Escuela italiana de finales del siglo XIX.
“Ninfa”, 1897.
Acuarela sobre papel.
Firmada con monograma y fechada en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 23 x 45,6 cm; 45 x 68 cm (marco).

 

Esta obra se enmarca dentro del academicismo del siglo XIX, tanto por sus aspectos formales como por el propio tema escogido, una idealización de ecos clásicos de la figura femenina, asociada a la naturaleza como una antigua Flora o una moderna ninfa Art Nouveau.

Respecto a lo formal, el pintor se muestra fiel a las normas académicas con un magnífico dibujo, riguroso, preciso y controlado, y un cromatismo sutilmente entonado, marcado por las sutiles gradaciones y las leves veladuras, basado en el contraste de los tonos cálidos del cuerpo y los cabellos de la mujer sobre el fondo natural de tonos fríos, principalmente azules y verdes.

Siguiendo los ideales clasicistas, el pintor busca la plasmación de un ideal de belleza, siempre en íntima relación con la naturaleza, como obra suprema del Creador. No obstante, se trata de una obra de velada carga erótica, típicamente decimonónica, que va más allá de la representación de la noble serenidad clásica para plasmar un cuerpo voluptuoso, lleno de vida, más carnal que escultórico, que parece ofrecerse desinhibido al espectador.

 

 

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MAGRITTE, René (Bélgica, 1898 – 1967). Lote: 35003857

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MAGRITTE, René (Lessines, Bélgica, 1898 – Bruselas, 1967).
“La traversée difficile IV”.
Litografía, ejemplar 116/350.
Firmada en plancha. Con etiqueta al dorso de la galería René Métras de Barcelona.
Medidas: 44,5 x 60 cm; 61 x 76 cm (marco).

Uno de los principales exponentes del surrealismo belga, René Magritte dotó a este lenguaje de una carga conceptual que se basa en el juego de imágenes ambiguas y el lenguaje, cuestionando la relación entre el objeto pintado y el real. Comenzó a dibujar siendo niño, y realiza sus primeros cursos de pintura en Châtelet. En 1915 comienza a pintar, dentro del lenguaje impresionista, y al año siguiente ingresa en la Academia de Bellas Artes de Bruselas, donde permanecerá hasta 1918.

En 1920 expone por primera vez, en el Centro de Arte de la misma ciudad, junto a Pierre-Louis Flouquet. Seguidamente realiza el servicio militar, y una vez licenciado, en 1923 participa en una muestra colectiva en el Real Círculo Artístico. Un año antes, en 1922, conoce la obra de De Chirico y queda profundamente impresionado. En 1926 se independiza definitivamente de su estilo anterior y basa su estilo en el del maestro italiano, buscando atmósferas silenciosas y la yuxtaposición irracional de objetos.

Ese mismo año se une a otros artistas en un grupo comparable al de los surrealistas de París, y en 1927 se establece en la capital francesa, participando desde entonces en las actividades del grupo surrealista, al que aporta su personal ilusionismo. En 1928 participa en la exposición surrealista de la galería parisina Goemans, y en 1930 regresa a Bruselas de forma definitiva. Tres años más tarde, ya plenamente consagrado, celebra una exposición individual en el Palacio de Bellas Artes de Bruselas, y en 1936 realiza su primera muestra personal en los Estados Unidos, en la galería Julián Levy de Nueva York. Desde los años cuarenta expondrá regularmente en la galería Dietrich de Bruselas, y desde 1953 en la Alexander Iolas, en sus sedes de Nueva York, París y Ginebra.

Se le dedicarán exposiciones retrospectivas en el Palacio de Bellas Artes de Bruselas (1954) y en los Museos de Arte Contemporáneo de Dallas y de Bellas Artes de Houston (1960). En 1965 el MoMA de Nueva York le dedicará también una importante muestra. Actualmente se conservan obras de Magritte en el museo que lleva su nombre en Bruselas, el Guggenheim, el Metropolitan y el MoMA de Nueva York, la Peggy Guggenheim Collection de Venecia, el MUMOK y el Albertina de Viena, el Thyssen-Bornemisza de Madrid y la Tate Gallery de Londres, entre otras muchas colecciones públicas y privadas de medio mundo.

 

 

 

 

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KERDJANI, Soraya (Francia, 1982). Lote: 35000871

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KERDJANI, Soraya (Francia, 1982).
“So K6”.
Óleo sobre tela.
Se adjuntará certificado de autenticidad a petición del comprador.
Medidas: 80 x 80 cm.

Soraya Kerdjani estudió pintura en Argel. La influencia de la arquitectura en su obra pictórica es de suma importancia y da forma a su estilo de diferentes maneras, dependiendo de la ciudad, el espacio y la atmósfera en la que está rodeado. Ha desarrollado su obra en París, Túnez, Londres, Argel y Barcelona. Pone de relieve los contrastes entre la luz, línea y forma, interesándose por la fusión de ambas disciplinas.

Fue seleccionada en el proyecto de Times Square en Nueva York patrocinado por ARTISTS WANTED. En 2005, trabajó con el pintor y grabador español José Hernández y con el artista francés Yvan Fayard para el Taller de Pintura Mural en 2006. Entre sus exposiciones individuales destacamos las celebradas en el Centro de Arte Mutuo (Barcelona, 2013); galería aDa (Barcelona, 2012); galería L’Escale en Sèvres (2002). Ha participado en numerosas colectivas: ART TOMA Times Square; Crisolart Art Gallery, ambas en el 2012 en Nueva York; en el Centro Cultural de Argelia, y en la galería 59 Rivoli, ambas en París, 2011; galería Boufedi, Argel, 2010.

Vectores, gráficos y haces de líneas direccionales horadan los fondos monocromos que conforman las pinturas de Kerdjani. La fuerza de su lenguaje plástico estriba en la dialéctica creada entre esas superficies cromáticas uniformes y las estructuras dinámicas que desestabilizan esa armonía, estructuras inspiradas en entornos urbanos atravesados por perspectivas múltiples.

 

 

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CATALÀ ROCA, Francesc (Valls, Tarragona, 1922 – Barcelona, 1998). Lote: 35001546

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CATALÀ ROCA, Francesc (Valls, Tarragona, 1922 – Barcelona, 1998).
Sin título, 1959.
Fotografía en blanco y negro encolada sobre tabla, edición P.A.
Presenta ligeros desperfectos.
Medidas: 49,5 x 39 cm.

La fotografía de Francesc Català Roca parte del concepto neorrealista de la imagen, buscando siempre un punto de vista insólito y, sobre todo, la ambientación humana del tema. Actualmente está considerado por gran parte de la crítica como el fotógrafo catalán más importante del siglo XX. Hijo del también fotógrafo Pere Català Pic, se inició en este arte de la mano de su padre. Durante su carrera colaboró con diversas publicaciones, como “Destino” o “La Vanguardia”, e ilustró numerosos libros con fotografías artísticas. Celebró su primera exposición individual en 1953, y entre sus premios destacan el Ciudad de Barcelona (en dos ocasiones), el Premio Nacional de Artes Plásticas y la Medalla al Mérito Artístico.

 

 

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