Los Bodhisattvas: las mil caras de buda
La influencia de la cultura asiática en nuestra sociedad occidental es cada vez más notoria, integrándose en sus diferentes capas con mayor o menor intensidad. En lo que respecta al ámbito espiritual, la magnitud de su desarrollo, gran parte del cual nos es desconocido aun, con su carácter heterogéneo y gran diversidad de creencias hacen que el contraste con la cultura religiosa occidental se vea acentuado a medida que se ha ido introduciendo en sus distintas formas, muy especialmente, a través de sus manifestaciones artísticas.
Una de las consecuencias de este contraste es la dificultad que, en muchas ocasiones, se nos plantea al identificar acertadamente las diferentes deidades que forman el panteón religioso oriental. La gran diversidad iconográfica que este nos ofrece, requiere afinar nuestra visión artística para ser capaces de percibir su amplio abanico de detalles.
Si bien la imagen de Buda como Siddhartha ,el monje meditativo de gesto afable y apariencia humilde, la tenemos bien grabada en nuestra retina, no ocurre lo mismo con los bodhisattvas. Con este nombre se conoce a toda una familia de budas que renuncia voluntariamente al nirvana para volver a la tierra y ayudar a la humanidad a encontrar la iluminación. Las similitudes iconográficas entre ambas deidades, hace que en ocasiones sea difícil distinguirlas. No obstante, los bodhisattvas poseen una serie de rasgos intrínsecos, como la ostentosidad y riqueza de su aspecto que los vinculan al mundo terrenal y los separan del canon iconográfico con el que asociamos a Buda.
Los bodhisattvas suelen agruparse de muchas maneras, adoptar diferentes apariencias y asociarse a otras divinidades, lo que acentúa su ya de por sí complejidad iconográfica. La triada más famosa la componen Avalokiteśvara, Manjusri y Vajrapani, los bodhisattvas mayor venerados, representantes de la compasión, la sabiduría y el poder de Buda.
Probablemente una de las más importantes sea la figura de Avalokiteśvara “el que mira hacia abajo”, conocido como el de la compasión infinita. Tiene como misión acompañar hasta el último de los seres hasta el nirvana. Cuenta la leyenda que en su deseo de oír los lamentos de todos los seres del mundo, su maestro le dotó con diez cabezas para poder escuchar en todas direcciones y para poder a ayudarles le dotó además con 1000 brazos. Es muy frecuente ver esta divinidad en su forma femenina, como por ejemplo en China, donde el rasgo de la compasión va estrechamente ligado a la mujer. Se populariza con el nombre de Guanyin, adoptando la apariencia de una hermosa joven que porta diferentes atributos.
Manjusri, “el de la dulce apariencia” es el bodhisattva de la sabiduría, normalmente de gesto amable, representado con un libro y una espada que combate la ignorancia y las mentiras del mundo donde habita el fiel. Completando esta triada se encuentra Vajrapani “el que tiene el rayo en la mano” en muchos casos visto como imagen del poder. Puede ser representado en modo sereno o terrorífico, pero siempre con el vajra en su mano derecha. Su representación como guerrero acentúa una imagen combativa y feroz, que bajo las creencias populares representa la lucha ante la negatividad.
Estos tres ejemplos, no son más que una pequeña muestra de la riqueza iconográfica que llega hasta occidente en forma de espectaculares obras de arte, demostrando sin duda la compleja y admirable convivencia de culturas y creencias que toman estas deidades como un denominador común. Algunas representaciones de estas deidades se licitarán en la subasta de arte oriental que tendrá lugar el próximo 10 de octubre en Setdart. La colección dará cabida a un variado repertorio de piezas que abarcarán la cultura china, la tibetana y la japonesa, entre otras, y nos ofrecerá una visión privilegiada de la evolución del arte oriental a lo largo de los siglos.