Dionís Bennàssar, escena lacustre.
En este óleo, en el que predomina una paleta rica en tonos malvas, Dionís Bennàssar nos pasea por una laguna bordeada de frondosa vegetación. Aplicadas las pinceladas con ayuda de toques de espátula, la textura es expresiva en sí misma, lo que contribuye a acentuar el misterio de la escena. La barca surca sin casi moverse unas aguas tranquilas, y el espacio adquiere ecos ancestrales y míticos, a pesar de tratarse de personajes contemporáneos.
Se aprecia la influencia de Anglada Camarassa en el esplendor cromático y la de Cézanne en el modo en que la materia se descompone para recomponerse después de un modo nuevo, reconstruyendo la realidad según su propia prisma. Pero la obra de Dionís Bennàssar avanzó por caminos propios, nunca antes trillados. Y sobre todo, en esta obra madura, notamos que se ha desprendido de todo lo superfluo.
Biografía del artista
Nacido en el seno de una familia campesina, Dionís Bennàssar muestra ya desde niño una especial inclinación por el dibujo. Tras cursar estudios primarios, durante su adolescencia se traslada a Palma, apoyado por sus padres, para recibir lecciones de dibujo y pintura, estudios que alterna con un trabajo de mecánico. No obstante, el aprendizaje académico no será largo; su gran libertad de ideas y conceptos pictóricos choca con el encorsetado clasicismo de la época, y finalmente regresa a Pollença. Alistado en el ejército, a los dieciocho años resulta herido en la guerra de Marruecos y vuelve a Mallorca. La herida recibida en la clavícula inutilizó su mano derecha, lo que no fue obstáculo para su decidida voluntad de dedicarse a la pintura, valiéndose desde entonces de la izquierda. A partir de este momento centrará sus esfuerzos en exaltar la belleza de unos paisajes conocidos y queridos. Con sus pinceles, Bennàssar aportó a la pintura mallorquina una nueva vertiente caracterizada por una visión grandilocuente de la naturaleza, un cromatismo vibrante y una pincelada larga y suelta. Hacia 1926 el artista entra en contacto con Anglada Camarasa, quien en 1913 se había establecido en Pollença, seguido de un gran número de sus discípulos de París, entre ellos Tito Cittadini, quien se convertiría en gran amigo y maestro del mallorquín. Dionís Bennàssar participaba activamente en la vida social y cultural del pueblo. Era un personaje popular y apreciado, y en muchas ocasiones se le veía en el bar Juma, donde disfrutaba de las charlas con sus contertulios. Fue un artista que disfrutaba de su pueblo y de su gente. Debido a este hecho y por motivos de salud, no partió de Pollença, aunque no le faltaron oportunidades. En 1940 celebró una exposición individual en la galería Costa de Palma, presentado por su amigo Cittadini. Éste diría en dicha ocasión que “Su arte es algo más que retórica; es sensiblidad, palpitación, belleza, en el sentido aristocrático de la palabra…”. Bennàssar logró que la crítica se volcara a su favor, haciéndose merecedor de una beca de la Diputación para un viaje de estudios por las principales ciudades españolas. Los años difíciles quedaron atrás, y el artista comenzó a gozar de una estabilidad económica que le permitió adquirir una casa y, en 1943, contraer matrimonio. A partir de este momento se distinguen dos etapas en la trayectoria del artista: un primer periodo de experimentación técnica y una etapa de plena madurez, exuberante en su colorido. Principalmente centrado en el paisaje, también abordó el retrato e incluso algunos temas mitológicos. En la actualidad, Bennàssar está principalmente representado en la casa-museo que lleva su nombre en Pollença, Mallorca.