Joan Cardona: el esplendor de la Belle Epoque
En los albores del siglo XX, una generación de artistas reunidos entorno a la taberna de “Els 4 Gats” dieron luz a una de las etapas más esplendorosas del arte catalán. El emblemático local promovido por Ramón Casas, Santiago Rusiñol y Miguel Utrillo se convirtió en el punto de encuentro de la bohemia barcelonesa, donde, los más destacados artistas, literatos y músicos del momento, se imbuyeron de un nuevo espíritu cultural que, desde el París finisecular se instalaría para siempre en Barcelona.
Entre aquellos jóvenes asiduos a “ Els 4 Gats” se encontraba el artista barcelonés Joan Cardona, quien pocos años después seria reconocido como uno de los mas prestigiosos dibujantes del Paris de la Belle Epoque. El éxito que el artista logró conquistar en vida se debe en gran parte a la multitud de dibujos en los que ilustró el ambiente de modernidad que por aquel entonces irradiaba por doquier en la ciudad. En este sentido, la pareja de obras que el próximo dia 14 se podrán adquiir en subasta, representan un magnifico testimonio del estilo que cultivó Cardona desde su llegada a Paris en el año 1900, hasta su regreso a Barcelona tras el estallido de la primera guerra mundial en el 1914
Tras una etapa de formación en Barcelona el anhelo por experimentar la vida artística de una ciudad de Paris en plena ebullición cultural, llevó a Cardona, así como a tantos de sus compañeros, a trasladar su residencia a la capital francesa. Instalado en una pequeña casa ubicada en el barrio de Montmartre, pudo sumergirse de lleno en el Art Nouveau que a finales de siglo irrumpió como reflejo del nuevo sentir de una sociedad, que, esperanzada por el progreso, empezó a creer en la posibilidad de una vida más confortable y relajada. Fue entonces, cuando inició una actividad apasionada realizando dibujos del natural en los que plasmó escenas de la vida cotidiana parisina y de sus personajes. Cardona, iniciaría así su ascenso triunfal como uno de los ilustradores esenciales en la mayoría de las revistas artísticas de la época como Gil Blas, L’Assiete Auburre, Le Frou-frou, Le Rire, o Sans-Gêne. Tras su participación en el segundo Salón d’Automne, su éxito se verá reafirmado con la adquisición por parte del estado frances de su obra ” Avant la fete” para el Musée du Luxembourg, convirtiéndose en uno de los primeros artistas españoles junto a Sorolla, Benlliure, Beruete, Zuloaga, Clarà y Rusiñol en formar parte de dicha colección.
En dibujos como estos, Cardona consigue capturar el espíritu que por aquel entonces imperaba especialmente, entre la burguesía y la aristocracia de la capital por excelencia de la Belle Epoque. Las obras de esta etapa constituyen una magnifica crónica visual de la alta sociedad parisina que, dominada por una actitud optimista y desenfadada, disfrutaba de los placeres que la ciudad le brindaba. En este contexto, Cardona prestará especial atención a las mujeres, que se convertirán, como en el caso que nos ocupa, en las verdaderas protagonistas de su producción. Ya fuera paseando por las calles, disfrutando de una ópera o fumando y bebiendo en los glamurosos cafés de la ciudad, el artista retrata a un prototipo de mujer elegante y sofisticada que, en sus actitudes, rebosa un nuevo aire de modernidad. El alcance que logró con sus ilustraciones de trazo nítido, líneas sinuosas y exquisita capacidad descriptiva fue tal, que dio nombre al denominado estilo ” tipo cardona”.
Tras su muerte, la fama y el renombre internacional que le acompañaron en vida fue diluyéndose hasta caer en olvido. En una época de frenética actividad artística donde se acumularon los nombres que han alcanzado el olimpo de la historia de arte, Cardona, desarrolló su obra al margen de la revolución que trajeron consigo las vanguardias. El precio que pagó por mantenerse fiel a su estilo nos demuestra como la historia y el implacable paso del tiempo, son capaces de opacar el brillo de un artista que sin lugar a duda, merece recuperar el prestigio de antaño. Su presencia en grandes museos como el Prado, el Museo Carmen Thyssen-Bornemisza o el Museo de Orsay así lo corroboran.