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Otras formas de entrar en los museos: el séptimo arte
Museos de todo el mundo se han visto obligados a reinventarse y abrir, mientras dure este estado excepcional, sus galerías virtuales, para seguir ofreciendo programas expositivos.
Asimismo, hay otra forma de conocer no sólo sus fondos, también sus rutinas cotidianas: en los últimos años, se aprecia cierta tendencia a querer mostrar los entresijos de los grandes museos, esto es, en desvelar lo que ocurre entre bastidores, en sus departamentos de publicidad, en sus estrategias de comunicación, en los dilemas acerca de las políticas de restauración… La National Gallery de Londres nos ha brindado el mejor ejemplo, filmada por la audaz cámara del documentalista Frederick Wiseman.
Con su película “National Gallery” (2015), este director norteamericano logra colarse entre el público que escucha a los guías del museo, tomar asiento en la sala de reuniones de los altos directivos y hacerse igualmente invisible en la sala de restauración con su discreta steadycam.
Con ritmo pausado nos iremos deslizando entre obras maestras de Rembrandt, Velázquez, Van Gogh, Da Vinci… Lo curioso es que poner al desnudo la maquinaria cotidiana no resta fascinación, al contrario, la labor de equipo y las historias escondidas tras cada cuadro componen un bello entramado entre el pasado mitificado y la praxis del presente.
Similar juego de espejos entre la pintura y el cine ocurre en “El gran museo” (Johannes Holzhausen 2016). En este caso se trata del Museo de Historia del Arte de Viena, visto desde la rutina diaria de sus empleados. Reflexiones sobre la función de un museo, sus responsabilidades ante el boom turístico, gotean entre las presiones del día a día por cuadrar el presupuesto.
El Museo de Historia de Arte de Viena alberga gran parte de la colección de arte de los Habsburgo. En sus pasillos se pueden contemplar obras de Rubens, Velázquez, Caravaggio o El Bosco.
Otro director que nos sumerge en grandes museos es Alexandr Sokurov, quien en “El Arca Rusa” (2008) osó llevar a cabo una evocación histórica en un solo plano secuencia, navegando sin corte alguno por las salas palaciegas del Hermitage de San Petersburgo. Estamos ante un viaje experimental por el tiempo de los zares y sus espectros.
En otra película del mismo director, Francofonia (2015), el protagonismo recaló en el Louvre, concretamente en la época de la ocupación alemana, y de los acuerdos diplomáticos que evitaron el expolio nazi.
Otros modos, pues, de hacer visitas virtuales a los museos y a su memoria.
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