Agustín Cárdenas, escultura en los lindes de la abstracción
Desde las postrimerías del siglo XIX, París emergió como meca del arte, y no dejaría de ocupar ese podio hasta finales de la siguiente centuria. En los años cincuenta, cuando el escultor cubano Agustín Cárdenas viajó a la capital francesa, se embebió del imborrable acervo legado por figuras como Jean Arp y su grupo surrealista.
El feliz encuentro con la estatuaria primitiva (que estudió recorriendo las salas del Louvre) y con figuras estelares de la escultura organicista moderna (Henry Moore), siendo él un artista que había crecido a caballo de dos culturas, la europea y la africana, determinaría la evolución de su visión artística y su camino hacia el reconocimiento internacional.
La importante escultura que Setdart Subastas puso a la venta, fue realizada en este periodo especialmente excitante para Cárdenas. El artista había sido becado por el gobierno cubano para estudiar en París. En esta década, mediados de los años cincuenta, se redefine su genealogía formativa, estableciéndose como claro heredero del biomorfismo abstracto de Jean Arp, pero sin desatender sus propias raíces y el énfasis de Wilfredo Lam en la espiritualidad de la forma arcaizante.
Estamos ante una pieza única, tallada en madera, de considerables dimensiones, cuyas proporciones estilizadas y depuración formal nos sugieren, a través de sus calladas curvas y suaves meandros, una representación antropomórfica. A pesar de mantenerse en los lindes de la abstracción, es difícil no imaginar dos cabezas humanas fundiéndose en un beso al tiempo que sus torsos se entrelazan con un tierno abrazo.
La cadencia espiritual que emana de estas misteriosas siluetas arraiga en una estética universal que acorta la distancia entre los tótems antiguos y la escultura moderna.
Esta primera etapa en la producción del artista se caracterizó también por su experimentación plástica con la madera, utilizada como soporte y material único de sus obras. La técnica del trabajo de la talla evidencia la armonía que genera el artista, entre la materia y el espacio. Dando como resultado una obra evocadora, que introduce al espectador en un mundo de insinuaciones, matices y profundidad conceptual.
No sorprende que ésta y otras obras de Cárdenas fuesen denominadas “Formas del silencio”, título de la muestra celebrada en el Centro Wilfredo Lam, de la Habana. Un silencio preñado de voces, antiguas y nuevas, impregnan sus formas.