La abstracción salvaje de Otto Zitko
Desde que el arte abstracto rompiera con todos los límites de la propia práctica pictórica, los valores plásticos y expresivos intrínsecos a ella cobraron todo el peso significante para proclamar de este modo su plena autonomía y total libertad. El triunfo de la línea, el espacio, el color y la materia, por encima de cualquier atisbo de figuración, abrió el camino a nuevas formas de concebir, entender y contemplar el arte, mucho más allá de una realidad tangible que ya no alcanzaba a expresar la visión de un mundo atomizado.
En este sentido, la obra de Otto Zitko es heredera directa tanto de la tradición abstracta estadunidense como de los activistas vieneses de su tierra natal.
Su proceso pictórico, lejos de la espontaneidad e inmediatez que a priori puede aparentar, esconde un complejo y pormenorizado estudio de la luz, el espacio, la textura y la superficie con las que se desarrolla un ejercicio caligráfico a gran escala. Atravesando paneles de aluminio e incluso paredes de gran formato, las composiciones de Zitko encontrarán su sustento en una línea aparentemente interminable, que expandiéndose sobre la superficie casi a ritmo del pulso sanguíneo, adquiere la apariencia física de una masa densa hecha a base de líneas, giros y curvas. Los trazos, que como automatismos espontáneos fluyen en una composición rítmica y salvaje, se convierten en la expresión de un impulso primario ligado, por un lado, al art-brut y, por otro, a la escritura automática surrealista que escapa ante cualquier pensamiento racional.
No obstante, bajo el aparente carácter expresivo de su obra subyace una compleja y estudiada estructura de autoorganización cuya carga reflexiva se simboliza en lo que el artista denomina der lange Weg der Linie (el largo camino de la línea) y en la cual encierra una serie de dualidades (interior-exterior, sujeto-objeto, y particular-común) que interpelan al espectador a distintos niveles de consciencia. Por un lado, al observar detenidamente la obra descubrimos los rostros fragmentados que se adivinan entre las capas subyacentes a la gestualidad enérgica, emergiendo en el cuadro como la expresion de una forma de vida alienante frenética y sobreestimulada y, por otro lado, dibujando los movimientos a distintas velocidades, longitudes, presiones e intensidades ayudado muy a menudo por una pértiga, el artista recrea en su obra un juego ilusorio entre el espacio bidimensional y el tridimensional que requiere de una multiplicidad de puntos de vista por parte del espectador.
Por último, la suya es una pintura creada en el que se ha denominado muy a menudo estadio pre-historico que. entendido en términos freudianos, corresponde a ese estadio previo a la consciencia e incluso al mundo objetivo y al propio sujeto.
Sin duda, y como ocurre muy a menudo, las apariencias no siempre nos definen. Y esto mismo ocurre con la pintura de Zitko, cuya aparente simplicidad y superficialidad esconde la complejidad formal y reflexiva que se espera del que es uno de los más dignos herederos de la tradición pictórica abstracta.