¿Por qué invertir en relojes de bolsillo?
Setdart Subastas licitará el próximo día 13 de septiembre, entre otras muchas piezas, la colección de relojes de bolsillo de Juan José Ontalva, entre las que encontramos un amplio abanico de épocas, escuelas y metales preciosos. Debido a su facilidad para
almacenar y su valor refugio, los relojes de bolsillo son unas de las piezas más codiciadas por los coleccionistas de joyería y objetos horológicos.
El coleccionismo de relojes antiguos puede derivar en principio hacia dos
modalidades con características y motivaciones bien definidas: relojes muebles o portátiles. En esta entrada nos ceñiremos exclusivamente al reloj de faltriquera y muy especialmente por su enorme difusión internacional entre coleccionistas adelantados.
Puede decirse que el auténtico coleccionismo comienza cuando la faceta y función decorativa de un objeto pasa a segundo término y fascinados por sus características técnico-artísticas, lo atesoramos de una manera coherente y sistematizada. Un aficionado a los muebles, pintura, tapices, alfombras, etc., puede, en ocasiones, limitarse a ser eso: aficionado. Un coleccionista de relojes, armas, libros, instrumentos científicos, o cualquier objeto considerado “no decorativo” es ante todo un especialista provisto de una intensa capacidad afectiva hacia su colección y frecuentemente dotado de profundos conocimientos. Esta es una buena forma de definir el coleccionismo erudito, que tanto desearíamos promover en nuestro país.
Por otra parte, pocas actividades humanas proporcionan satisfacciones comparables a las de un coleccionismo especializado. El estudio, búsqueda y hallazgo de la pieza, su diagnóstico, catalogación y acondicionamiento, son los pasos que abocan hacia la colección, completada en cada pieza y siempre incompleta cual tapiz de Penélope. Es importante observar que este orden de factores es absolutamente inalterable.
Antes de invertir una en la adquisición de un reloj, habremos de formar nuestra biblioteca especializada, del mismo modo que será preciso pasar por las aulas antes de ejercer una profesión. Ya en posesión de la teoría, las prácticas serán indispensables: examen de las piezas sacrosantas e inmutables depositadas en colecciones públicas y en la misma subasta, así como algún coleccionista asequible y extrovertido.
Evidentemente, “se hace camino al andar” y el más didáctico de los aprendizajes es el que se obtiene a través de los errores. Estos no se olvidan nunca y “la letra con sangre entra”. Sin embargo, consideramos la sangría económico-pedagógica un método excesivamente drástico, dado que cualquier pieza digna de interés requiere actualmente un desembolso equiparable al de un automóvil, en una escala que oscila entre un deportivo de importación a un utilitario de ocasión.
Las clásicas condiciones requeridas para llegar a ser un coleccionista de primera fila son las siguientes: gusto y conocimientos, sazonados con una buena dosis de suerte.
Consideramos indispensables las tres primeras premisas, no así la última.
Evidentemente cierto bienestar económico es conveniente, pero salvo excepciones, el coleccionista “de chequera” suele verse coaccionado por el inversionismo. Por otra parte, en este proceso de posesión casi amorosa, las dificultades y obstáculos contribuyen en no pequeña parte a la sublimación del objeto violentamente deseado. La pieza obtenida con dolor nos devuelve centuplicados nuestros desvelos. Durante nuestros viajes y visitas a colecciones más o menos importantes nos sentiremos atraídos, por poca sensibilidad que poseamos, hacia aquellas formadas por estudiosos, y éstos no suelen ser excesivamente adinerados en términos generales. La superabundancia de medios adquisitivos, suele acarrear una confusión, hipertrofia y barroquismo, muy difícil de superar.
Nos alejamos de nuestra cuestión: ¿Por qué el reloj de bolsillo? El reloj de bolsillo o “faltriquera” posee unas condiciones muy agradables para su atesoramiento: personalidad y discreción. Convivir con una colección de relojes muebles no es tan sencillo como parece, muy en especial si nos vemos reducidos al perímetro de una vivienda moderna.