El viaje a la eternidad en el antiguo Egipto
No podría entenderse Egipto sin su visión del Más Allá, la búsqueda de la eternidad después de la muerte. Gran parte de los testimonios que han llegado hasta nosotros son el reflejo de esa idea de vida. La religión regula esta aspiración, las ancestrales creencias de la civilización egipcia dirigen al hombre a preparar toda su vida hacia el viaje que le espera. Cada obra que este haga será juzgada en el juicio de Osiris.
Los faraones actúan como intermediarios entre los dioses y el pueblo, el faraón como encarnación viva del dios Horus. Un ejemplo de esto lo vemos en la escena del siguiente relieve donde el faraón Ptolomeo se presenta como soberano de las Dos Tierras y ofrece una libación a Osiris y a Isis. Su condición divina ante el pueblo hizo que este se uniera bajo el mando del gobernante para erigir los grandes monumentos de la nación, las pirámides, como tumbas de los faraones, los templos y centros religiosos.
La pregunta clave para un egipcio era: ¿Qué tengo que hacer para continuar viviendo cuando ya no esté en este mundo? Para esta pregunta había múltiples respuestas. Unificándolo de alguna manera se resume en que tiene que haber una conexión entre la vida actual y la futura, es decir, había que dejar huella en positivo en este mundo para seguir en el siguiente. Por un lado, se juzgaría las obras que hubiese hecho, el difunto tendría que haber llevado una vida encaminada al bien. Por otro lado, en el plano material tendría que dejar su nombre y su legado como testigos de su paso, con la promoción de una capilla u obra demostrando su piedad. Si el nombre de la persona perduraba su vida continuaría, de ahí que en los ajuares funerarios y en monumentos sea inscrito con tanta insistencia.
Otro aspecto era hacer que el cuerpo se conservara, lo que llevó al arte de la embalsamación. Una momia como la siguiente pieza son un ejemplo extraordinario de conocimientos médicos y anatomía de más de tres mil quinientos años. La preservación de los órganos en vasos canopos, la custodia del cuerpo dentro de un sarcófago o cubrir al difunto con vendas, perfumes y amuletos responden al mismo objetivo, procurarles vida. Todos estos elementos eran una ayuda a la supervivencia en el viaje que empezaba. Por ejemplo, los ushebtis solían acompañar al ajuar con el que se enterraba a la persona, estas pequeñas figuras serían sus ayudantes. Estos harían las tareas encomendadas por Osiris en sus tierras como labrarlas (por eso suelen ir con una azada).
Las pinturas que cubrían los muros de sus moradas para la posteridad les representaban en la futura cotidianeidad, dando por sentado que se produciría. La fe que demostró durante más de tres milenios un mismo pueblo ha dejado como eco obras tan extraordinarias como estas piezas que aún siguen cumpliendo las misma función para las que fueron creadas, mantener vivo el recuerdo de esas personas, el faraón Ptolomeo o de la anónima princesa egipcia.