El cielo en la pintura antigua
Las imágenes barrocas tan profundas, dinámicas y teatrales suelen centrar la mirada del espectador en el personaje o escena principal dejando así al propio escenario como un elemento que suele pasar desapercibido. El público actual ha perdido en parte el lenguaje al que estaban acostumbrados en el siglo XVII por lo que muchas veces dejamos sin interpretar del todo el contenido de un cuadro. El cielo juega un papel fundamental en ello.
Los paisajes bucólicos y fantásticos que suelen contener las escenas huyen del mundo real y nos trasladan a una escena que podría ser sacada de un episodio bíblico o mitológico. Aquí la representación del cielo adquiere un valor altísimo casi como si se tratara de un personaje más ya que marca un hilo conductor en la narración o puede hasta desvelar el desenlace del cuadro.
En el caso de la pintura religiosa el cielo suele ser la manifestación de los designios divinos, bien podemos ver las figuras de ángeles o querubines que descienden hasta los mortales para transmitirles un mensaje. Estas apariciones o milagros son claves para entender la iconografía de cada santo ya que a través de los atributos del personaje principal y de los seres celestes podemos reconocer perfectamente el episodio. Dos ejemplos claros de este tipo de uso en la composición pictórica los encontramos en las obras de nuestra próxima subasta, “la visión de San Agustín” atribuida al pintor sevillano Andrés Pérez y “Santa Genoveva de Paris “ del circulo de Charles Lebrun. La iglesia que portan los angeles en la primera escena hace un símil entre el edificio de culto y a la propia Iglesia como institución como un ejemplo de que el santo fuera sorprendido en su estudio por unos enviados de Dios que le transmitirían el mensaje de liderarla como obispo. En el caso de Santa Genoveva observamos el momento en que ella como orante recibe de un ángel la revelación de como salvar a Paris del asedio de los Hunos. El ángel sopla la vela de la joven indicando así que rumbo ha de tomar para guiar a su pueblo.
De un modo más sutil y discreto a la apoteosis celeste de los ángeles y Dios existe el recurso para los pintores de mostrar el mismo mensaje a través de los fenómenos meteorológicos y la naturaleza. Las tormentas, los claros de luz entre nubes espesas o por supuesto los rayos crean una atmosfera más delicada, pero con un contenido igual de claro. La paz y calma que se evidencia en el “sueño de Jacob” da el aspecto de una escena totalmente cotidiana y atemporal. Un pastor descansando junto a su rebaño en un entorno bucólico. Al fondo del paisaje, casi inadvertido, vemos el cielo rasgarse con un halo de luz aludiendo a la escalera divina que viene reflejada en el pasaje del Antiguo Testamento.
Estos tres cuadros son un breve ejemplo de como el cielo en la pintura barroca tiene un valor narrativo importante, más allá de los efectos, del aparente carácter estético, su uso en la composición de los antiguos maestros no es producto del azar o de la simple contemplación de la belleza. Quizá cuando nos detengamos ante un cuadro cómo estos, deberíamos hacer como Jacob, Agustín o Genoveva, mirar al cielo y estar atentos a cuál es el mensaje que tiene para nosotros.