El resurgir de la pintura vasca.
El resurgir pictórico del País vasco transluce en nuestra próxima subasta del día 30 a través de algunos de sus artífices más representativos.
En las últimas décadas del siglo XIX la ciudad de Bilbao inicia el camino que la convertirá en uno de los centros culturales más destacados de nuestro país. Este cambio de paradigma en el que la pintura ejercerá un papel fundamental vendrá propiciado por una serie de factores socioeconómicos que definirán el devenir del arte vasco. Junto al desarrollo económico y la creación de infraestructuras artísticas, la abolición de los fueros hizo aflorar un deseo de reivindicar y preservar lo propio, que cristalizó en la pintura a través de la temática costumbrista, entendida como medio para crear un arte vasco con entidad propia.
En este contexto, nacerá la llamada escuela vasca de pintura en la que jugará un papel determinante la creación en 1911 de la asociación de artistas vascos. Una destacada parte de sus miembros se reúnen en nuestra próxima subasta de arte vasco a través de la cual podemos constatar que, lejos de estar unidos por una especificidad plástica y estética, la nueva generación de pintores vascos se caracterizó por la utilización de una temática en común de marcado acento costumbrista. De este modo el resurgir artístico del País Vasco iniciado a partir de 1833 gracias a la corriente academicista e historicista, eclosionó plenamente en una segunda generación que discurre entre la modernidad y lo atávico.
El carácter singular que adquirió el costumbrismo en la escena vasca deja entrever el conflicto entre tradición y modernidad, en el que la recuperación de tipos y costumbres autóctonas coincidió con la necesidad de representar los nuevos tiempos. Este conflicto transluce también en la propia trayectoria de artistas que como Diaz Olano pertenecen a la corriente clásico-académica. Mientras que sus figuras manifiestan este espíritu clasicizante, sus paisajes (lote 35250217) mostraran una mayor libertad técnica que bañara con cierto aire bucólico.
A pesar de recibir una formación clásica imbuida en la tradición pictórica española e italiana, la influencia del impresionismo francés resultará determinante en los postulados modernos de la pintura vasca. Asimismo, el contacto con la pintura de raíz simbolista y la sintonía que establecieron con la generación del 98 terminaron de conformar el nuevo carácter plástico de estos artistas que, a pesar de su heterogeneidad, construyeron un sentimiento de identidad propia a través de su arte.
En este recorrido que discurre entre las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX cabe destacar la obra de Pablo Uranga (35250212) o Ricardo Baroja, cuyos paisajes simultanearon a la perfección las novedades del impresionismo con la tradición de la escuela clásica española. Dentro de este estilo que fusiona el clasicismo y la modernidad, Aurelio Arteta desempeño un papel fundamental en la renovación pictórica del primer tercio del siglo XX, pero también en el tratamiento de la figura femenina, que aparece aquí como protagonista gracias al papel determinante que desempeñó en el desarrollo del mundo rural y la industria vasca.
Durante los años 20 y 30 la modernidad postimpresionista siguió dominando la escena, aunque se introdujeron algunas de las novedades plásticas de las vanguardias que como el cubismo calaron de forma desigual en artistas como Ucelay (35250281), Aranoa, Nicolás Martínez (35250178) o Jenaro de Urutia.
Por otro lado, la vertiente más simbolista la encontramos en la obra de los hermanos Zubiaurre y muy especialmente en la de Valentín, pero también en la de Gustavo de Maeztu.
Sin duda, la idiosincrasia de la pintura vasca transluce en este conjunto de obras que demostran la riqueza y el carácter de su propia tierra, cuyas tradiciones más atávicas han pervivido y convivido con la modernidad propia de los nuevos tiempos.