Cristo portando la cruz, símbolo de redención en el Renacimiento tardío
El 20 de octubre Setdart presentó 170 piezas en la subasta de Alta Época donde destacaron obras tan excepcionales como este trabajo del renacimiento español procedente de la Colección Milá de Barcelona.
Estamos ante un Cristo sereno, que entabla un diálogo silencioso con el espectador. Sus rasgos no traslucen dolor físico, quedando éste reflejado en las gotas de sangre que van cayendo desde su cabeza y recorren su espalda desnuda. El arduo trabajo de veladuras produce una sensación realista hasta el punto de que las lágrimas deslizantes y las gotas de sangre parecen adquirir volumen. Las espinas de la corona se insertan en la carne de Jesús atravesándola con tanta agresividad que al hundirse marcan el relieve bajo la piel e incluso la rasgan como es en el caso de la ceja. La precisión con la que ha ejecutado muchos detalles le aportan un alto grado de realismo, como en el caso de los cabellos pintados de manera casi individual o en las vetas de la madera.La cruz, de la que sólo vemos parte de los dos leños, se presenta con rotundidad casi arquitectónica y así explicitan la pesadez simbólica de la carga.
El mensaje de este pasaje es la propia aceptación de la Pasión. El sufrimiento de Cristo tiene un fin y con plena consciencia abraza el dolor materializado en la cruz.
La pintura que nos ocupa recuerda a los modelos de los grandes seguidores leordanescos localizados en las ciudades del norte de Italia. Optando por una paleta contrastada entre los fondos oscuros y los contornos difuminados de la figura, al tiempo que en las carnaciones y los drapeados (en la túnica roja que envuelve el torso) usa colores brillantes y extrae bellas calidades aterciopeladas. Estamos ante una pintura plenamente inscrita en el Renacimiento tardío.
La iconografía de Cristo cargando con la pesada cruz en su ascensión al Monte Calvario conoció un desarrollo propio a lo largo de la historia del arte, fruto de su adaptación a las peculiaridades expresivas o a los hábitos comunicativos de la plástica en cada época. Ya en el arte paleocristiano se representaba el tema para aludir al papel simbólico de la cruz como instrumento de redención y consecución de la vida eterna.
Un importante punto de inflexión en los hábitos representativos de este episodio de la Pasión tuvo lugar durante el Renacimiento tardío y el Barroco, tanto en el norte de Italia como en el arte español. La Vía Dolorosa y la anecdótica descripción de las vicisitudes que Jesús encuentra durante su ascenso desaparecen para poner el foco en el semblante sufriente y redentor, en el busto cubierto con túnica roja y los brazos lastimados sujetando la cruz. Recordemos que había sido habitual la representación de todo un séquito de curiosos, burladores y amigos: los episodios más frecuentes eran el de Simón el Cireneo ayudándole a cargar la cruz o a Verónica ofreciéndole un paño para limpiar el sudor y la sangre de su rostro.
A partir de mediados del siglo XVI, en el norte de Italia, emerge este otro modelo: la plasmación de un momento de gran intensidad dramática de Cristo en el Via Crucis pero del que se sustrae todo anecdotismo. Pintores que contribuirán a definir las variaciones plásticas de este modelo serán Sebastiano del Piombo, Correggio o Tiziano (en el caso italiano) y Luis de Morales o el Greco (en España).
En estas obras se intensifica el carácter devocional y alegórico. En la pintura que Setdart licita estos días, “Cristo portando la cruz” (ca.1550, de escuela italiana septentrional, procedente de la Colección Milá de Barcelona), el acercamiento a la figura a nivel de busto procura al lienzo un singular carácter táctil. Por otra parte, Jesús no esquiva nuestra mirada. Por el contrario, su mirada penetrante parece querer involucrarnos en su decisión por asum