El color en la escultura española
Una de las facetas más fascinantes y valiosas de la escultura en España es la policromía. Cuando nos detenemos ante una pieza como los relieves renacentistas (35111620) debemos de imaginar que es muy probable que más de un artista trabajara en ellos. Para la ejecución habrían precisado de un maestro tallista, de un artesano que cubriera de yeso la madera y después definirá las formas y contornos, y por último los doradores y pintores cuyo trabajo muchas veces olvidado era el que aportaba el verdadero resultado final.
La policromía española era un verdadero arte y prueba de ello es que notables pintores del Barroco llegaran incluso a policromar esculturas como por ejemplo el mismo Zurbarán. Este género tenía un valor muy destacado ya que las esculturas tenían que alcanzar dos resultados, por un lado, resultar veraz y realista, por otro impactar y mostrar el carácter divino del motivo de una manera teatral.
El realismo de las encarnaciones, los sutiles detalles de las venas o las mejillas, o incluso la extrema precisión de cada pelo que enlazaba los bucles tallados con la frente, todos ellos efectos para hacer más creíble la imagen y así acercarla al fiel. Los rostros humanos debían denotar su reminiscencia a lo santo y divino y eso se conseguía a través del rico efecto que producían los estofados o dicho de otro modo, la mezcla entre el dorado fuera de oro, plata o láminas de cobre con la propia pintura logrando así brillos, destellos, relieves y formas que añadían una tridimensionalidad adicional a la de la escultura. Destaquemos por ejemplo la sensación que produce el cabello de la Virgen en el relieve de la Anunciación. El oro que se encuentra superpuesto a la pintura unido al juego de volúmenes que produce el modelado de las ondas del pelo consigue crear un aura extraordinaria al cándido rosto de María.
La riqueza de estos detalles no sólo se centraba en las figuras, los mantos, las telas o las escenografías que rodean a todas las composiciones mantienen ese efecto. Encontramos sedas de Damasco, brocados, la trama del lino e incluso hasta la sutil forma de las plumas en el mismo Espíritu Santo.
El conjunto de los cuatro relieves renacentistas es un ejemplo excepcional por su estado de conservación y unidad ya que la imagen que vemos en estas obras asemeja en gran medida a la que tuvo en el momento en que fueron concebidas.