Juan Barjola, el perro vagabundo como metáfora del alma humana
La obra de Juan Barjola, a pesar de que conoció distintas etapas creativas, estuvo siempre atravesada por un sentimiento trágico de la vida, que se tradujo en pinturas preñadas de intensidad dramática.
Considerada una de las figuras imprescindibles de la Nueva Figuración española, la que emergió tras el declive del informalismo, entre los años cincuenta y sesenta, Barjola desarrolló una pintura de cariz expresionista con tintes metafísicos. El óleo que presentamos en esta ocasión (lote 35130528) actualmente en subasta) nos transmite una faceta temperamental de Barjola reposada e intimista, si lo comparamos con otro tipo de pinturas del artista vinculadas directamente a la guerra y al abuso de poder. En este caso, nos introduce en una escenario algo onírico, en la que un perro vagabundo trata de llamar la atención de un joven pensativo. Éste se aleja, ignorando al animal.
A menudo aparecen perros en las obras más alegóricas de Barjola. Con la figura del perro abandonado y famélico, quiso expresar el espíritu errante y desamparado de la naturaleza humana. Habiendo vivido la guerra civil y la pobreza de la posguerra, los perros vagabundos abundaban por las calles, y desde la infancia fue una imagen que le quedaría impresa en la memoria.
Es un cuadro impregnado de misterio, con una tercera figura solitaria y una sombra solidificándose a lo lejos, como un presagio materializándose en densa nube negra. Acerca del personaje del primer término, es difícil aventurar sus intenciones, pero su sonrisa es inquietante.
En este lienzo, encontramos a un Barjola con un estilo plenamente maduro, que ya dejó atrás la etapa post-cubista de su juventud, así como la incursión en la pintura de gruesos empastes, para dar paso a composiciones donde domina un trazo menos anguloso pero no menos expresivo, así como un aplicación más diluida de los campos de color. Un muro parte el paisaje contribuyendo a realzar el aura de aislamiento que rodea a cada figura, de modo que el conjunto emana gran potencia visual. El resultado es lírico y sugerente. El pintor ha sabido salvaguardar su secreto.
De origen extremeño, Juan Barjola (1919-2004) desarrolló sus estudios de arte y sus primeras exposiciones en Madrid. En 1957, debuta individualmente en la madrileña galería Abril, y ese mismo año celebra otras dos muestras personales más en Bruselas, en las galerías Theatre y Vallvora. Inicia entonces una brillante carrera expositiva que llevará su obra por Europa, Japón, Estados Unidos y Latinoamérica. En 1960 recibirá una beca de la Fundación Juan March que le permitirá viajar a París y a Bélgica, y en 1963 es distinguido por la crítica con la Medalla Eugenio D’Ors.
Ese mismo año expone en la Dirección General de Bellas Artes, y poco después obtiene el Premio Nacional de Dibujo en la Exposición Nacional (1968). Hacia 1964 su obra sufre una nueva evolución, marcada por la pintura de Velázquez, Goya y el Greco. Se inicia así la Edad de Oro del pintor, con cuadros transformados por la aparición de la figura humana, el espacio tridimensional, la luz natural y el aire libre.
Su obra puede encontrarse –además de en el Museo Juan Barjola– en pinacotecas como el Museo Centro Nacional de Arte Reina Sofía, el Museo de Bellas Artes de Bilbao, el Museo de Bellas Artes de Asturias, Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo, el Museo de la Solidaridad de Chile, el IVAM; y en colecciones como las de Aena, Telefónica y Eusebio Sempere de Alicante.