José Guerrero: un viaje hacia el expresionismo abstracto.
José Guerrero llegó a Estados Unidos en noviembre de 1949 para iniciar la etapa que transformaría para siempre el devenir de su trayectoria. Con un bagaje marcado por la obra de los grandes maestros de las vanguardias europeas, Guerrero se instaló en la capital del arte moderno. En una ciudad de New York que se encontraba dominada por el apogeo del expresionismo abstracto, el pintor granadino pudo entrar en contacto directo con las tendencias del actionpainting. La conmoción que le provocaron las obras de Pollock , despertó en el un hambre voraz de modernidad y libertad, que le condujo, años mas tarde, a convertirse en uno de los integrantes, junto a grandes nombres del movimiento como Rothko, Klein o Motherwell, de la llamada Escuela de New York. A esta etapa tan determinante en la conformación de su lenguaje plástico pertenece el óleoblack-yellowprocedente de la icónica galería Betty Parsonsque el próximo día 15 presentamos en licitación. En palabras del propio artista, la sensación de libertad combinada con otra de grandiosidad que le produjo el expresionismo americano le hizo comprender que ” había un arte con una escala diferente al europeo, con una espontaneidad y brío que no necesitaba recurrir al pasado”
En el desarrollo de su etapa americana, fue especialmente importante la exposición Younger American painters en el Solomon R. Guggenheim Museum, cuya participación le otorgó una notable notoriedad que se vio reflejada incluso, en publicaciones como la que le dedicó la revista Vogue. Su plena integración en la vida artística de New York llegó de la mano de la gran galerista y marchante Betty Parsons. La que fuera una de las mayores impulsoras del expresionismo abstracto norteamericano, se convirtió también en una de sus grandes valedoras, exhibiendo sus obras con regularidad entre 1954 y 1963.
Obras como esta nos permiten descubrir la libertad creadora que encontró en la energía desbordante de la pintura gestual, donde la superficie pictórica se transforma en un puro diálogo entre forma y color. A través de la contraposición de campos de color que se expanden y fluyen sobre el lienzo – en este caso del negro y amarillo tan característico en la pintura de estos años- establece una serie de tensiones internas y ritmos visuales que convierten la pintura, en una ventana hacia el universo creativo más intuitivo y emocional del artista.
Su obra jamás hubiera sido la misma sin los desbordantes borbotones de color de Pollock, los campos de color de Rothko, o las grandes estructuras negras delimitadas con absoluta precisión de Motherwell. Pero tampoco sin el poso imborrable de sus raíces, en las que su amistad con la familia Garcia Lorca o la huella de la España negra de la Guerra Civil conformaron ese campo de batalla convertido en lienzo, donde Guerrero desnudó y confrontó sus experiencias vitales.
Guerrero logró forjarse un nombre entre el efervescente y competitivo panorama artístico de la ciudad de los rascacielos. Pero sobretodo fue en esta ciudad donde encontró la libertad y pureza que desde entonces gritaron sus lienzos.