La pintura desgarradora de Victor Mira
Considerado por la crítica internacional como uno de los grandes creadores del arte español de las últimas décadas del siglo XX, Víctor Mira reflejó en sus distintas facetas artísticas el tormento existencial que le acompañó a lo largo de su vida. Calificado de transgresor, excéntrico, visionario, raro, místico e iluminado Mira fue ante todo un artista que ahondo a través de su arte en las profundidades del ser humano. Su obra tan desgarradora como poética, adquiere una violenta espiritualidad cuyo sentir se refleja en esta reveladora afirmación: “como hombre se desea la felicidad, como artista no me interesa y a mí me domina el artista”. Renegando de una felicidad que consideraba pueril y estéril, Víctor Mira transformó el dolor en una filosofía de vida que seria sin duda alguna, su sempiterna fuente de inspiración. Y es este aspecto precisamente, el que nos emociona en su obra: la brutal y sincera contemplación de un alma, la del artista, en la que la soledad, el calvario interior y la muerte, se nos descubren como las únicas e inapelables certezas de la vida.
Nacido en Zaragoza, Mira desarrolló su trayectoria a caballo entre España y Alemania en una suerte de exilio buscado, que dio luz a uno de los repertorios iconográficos y expresivos más íntimos y honestos de cuantos conforman la plástica española contemporánea. En su universo creativo, Mira acude constantemente a los referentes culturales que adsorbió con voraz curiosidad tanto de la literatura, el cine y la música, como de la religión y la filosofía, conformando de este modo, un particular compendio de inquietudes, reflexiones y obsesiones que se manifiestan ostensiblemente en sus obras pictóricas.
Sus inicios enraizados al surrealismo pronto dan paso a las formas expresionistas que empiezan a hacer acto de presencia a mediados de los años 70, cuando ya podemos observar la influencia del español José Gutiérrez-Solana, especialmente en lo sórdido de los temas representados. Este es el caso de la monumental “Momento de una familia ” donde la consciencia del carácter finito del tiempo que recorre toda su obra nos arroja a un abismo tan fecundo para Mira, como destructivo, que nos recuerda lo ineludible de la muerte. Como una macabra paradoja, el particular demonio que para Victor Mira fue la muerte se convierte en su propio envés, en el motor mismo de la vida donde encuentra la inspiración, el amor y la poesía.
Hacia 1979 comienza su etapa neoexpresionista, que se prolongará hasta mediados de los años noventa. Durante este período producirá , trabajando siempre en series, sus obras más conocidas como Montserrat, Crucifixiones, Caminantes, Bachcantatas, y, por supuesto, Estilitas. Bajo el sustrato de un feroz expresionismo materico, Mira establece un intenso diálogo con la propia historia del arte que emerge de un arraigo latente con la tradición barroca española, especialmente en su vertiente más trágica y tenebrista. En obras como Dust, emparentada con sus crucifixiones y estilitas lleva el sentimiento de aislamiento, angustia y muerte a su máxima expresión, reduciendo la paleta cromática y las referencias objetuales hasta eliminar cualquier elemento superfluo que entorpezca su camino hacia la transcendencia espiritual. En este sentido, Mira, representa en sí mismo , la figura del caminante que como ya hiciera el romántico Caspar David Frierich en ” Monje frente al Mar”, se encuentra en un perpetuo viaje mental y físico hacia la comunión con el Cosmos.
Tras pinturas como esta, resulta igualmente ineludible destacar la profunda huella que grabó en él, Francisco de Goya, y especialmente el estremecedor y terrible patetismo de sus inconfundibles pinturas negras. En una clara referencia a la celebre obra del pintor manchego, Mira rinde homenaje “al Goya solitario que se crió como un perro en el desierto”, ese perro semihundido que lucha por mantener su cabeza a flote con el que Goya, en una lúcida representación universal de la condición humana, se anticipa mas de un siglo al lenguaje expresionista.
Por último, como apuntábamos anteriormente, los referentes cinematográficos cristalizan en su devoción por Luis Buñuel quien con películas como “Simón del desierto ” inspiró la creación de sus característicos estilitas solitarios. Como Buñuel, Mira no duda a pesar de su condición atea, en hacer uso de los símbolos y de las historias que configuran el repertorio religioso cristiano para expresar sus propias convicciones.
En sus obras Mira nos descubre a un pintor con alma de poeta, un hombre extremadamente sensible, que meditaba y lo cuestionaba todo, incluso el propio sentido de su existencia a la que, en el año 2003, decidió dar fin. Como colofón al devenir trágico que envolvió toda su vida y obra Mira recibe, el mismo año de su muerte, el reconocimiento al mejor artista español vivo en feria ARCO
En una época en la que las grandes gestas y hazañas heroicas del romanticismo parecen no tener cabida ,Víctor Mira encarnó como nadie la figura del outsider, del artista maldito que como se desprende de la imagen de sus personajes, vive apartado de todo y de todos, siguiendo únicamente los dictados de un espíritu profundamente inquieto e inconformista que llevó consigo hasta las ultimas consecuencias. Ese espíritu complejo con el que dio luz a una excelsa metáfora de la muerte, tan lírica y bella como sórdida y descarnada en el que es sin duda, uno de los corpus artísticos más apasionantes y sólidos del arte contemporáneo español.