José Ramon Zaragoza y la belleza del desnudo femenino.
La belleza de la figura femenina en todos sus registros ha sido objeto de representación desde los inicios de la historia del arte hasta la actualidad. Sin embargo, a partir del siglo XVIII, se acentuó su presencia, sobre todo desde una nueva perspectiva más realista alejada de las imágenes prototípica hasta entonces asociada a la apariencia de la Virgen María, de una santa o heroína. Con la llegada del realismo y el impresionismo, los artistas se interesaron por lograr un mayor efecto de naturalidad en sus obras a través de escenas de género en las que la mujer se convertía en la protagonista indiscutible. Ejemplo de ello, son las dos obras de José Ramon Zaragoza que el próximo día 15 de abril se licitaran en nuestra subasta de arte moderno y contemporáneo en las que el pintor asturiano representa el esplendor de belleza femenina. Estas dos monumentales piezas, además de exhibirse en la exposición realizada en Madrid ” Un siglo de arte español 1856-1956″ en el año 1956, formaron parte de la retrospectiva más reciente que, en clave de homenaje, realizaron en su localidad natal de Cangas de Onís en el año 2008.
Viajero infatigable, recorrió casi toda Europa en su afán de conocer directamente las obras de los grandes maestros de la pintura visitando museos y exposiciones que le sirvieron para realizar algunas de sus mejores composiciones. Tras visitar Roma, París, Londres, Estrasburgo, Bruselas y varias ciudades alemanas, regresa a Madrid con un estilo plenamente consolidado en el que los retratos femeninos junto a las escenas rurales y costumbristas serán su legado más destacable y admirado. En su bagaje artístico podemos reseguir las múltiples y variadas influencias que Zaragoza absorbió a raíz de sus viajes, siendo habitual encontrar en sus pinturas, múltiples referencias y guiños a aquellos artistas que, como Gaetano Previati, Velázquez, Murillo, Sargent o Sorolla le acompañaron a lo largo de su trayectoria conformando su imaginario artístico.
En “Desnudo femenino frente al espejo” , Zaragoza representa el cuerpo femenino en una escena que podemos relacionar con la tradición iconográfica de la “Venus del espejo” iniciada por Diego Velázquez. De hecho, esta no sería la primera vez que el pintor incursionara en este tipo de escena tal y como constata la copia del natural que pudo realizar en sus viajes a Londres de la majestuosa Venus del Espejo, de Velázquez, en la Nacional Gallery. Zargoza emplea con una holgada destreza compositiva el recurso del espejo para incluir una doble perspectiva que amplia nuestro campo espacial y nos revela aquellas partes ocultas. Resuelta bajo el lenguaje naturalista que le caracterizó, se entrega al realce absoluto de la sensualidad femenina confiriendo a la modelo, un gesto elegante pero sugerente, que envuelve en una atmosfera intimista de reposada serenidad. La luz aterciopelada, modelada con un suave realismo, no hace más que recrearse en la rotunda y sugestiva belleza del cuerpo.
La expresividad de la pincelada, larga y suelta, la saturación del color, y el equilibrio compositivo se conjugan en armonía tanto aquí, como en el lienzo “Desnudos”, en la que Zaragoza nos brinda una exuberante escena campestre en la que introduce el desnudo femenino, en un guiño a la celebérrima pintura de Manet “Desayuno sobre la hierba” con la que el pintor francés, escandalizando a todos los miembros de la Academia, seria rechazado en el Salón de París. Partiendo de este atrevido tratamiento del tema costumbrista, Zaragoza desarrolla la escena en un lenguaje plástico netamente impresionista, tanto en lo exultante de su paleta cromática, como en el hábil tratamiento lumínico, en el que las sombras abandonan sus tonalidades oscuras, para embeberse de un vívido colorido. Asimismo, las comodidades de la vida burguesa, que en tantas ocasiones retrató se reflejan aquí, a través de las dos figuras femeninas que aparecen en actitud ociosa mientras una tercera, les sujeta una cesta rebosante de frutas tropicales.
A lo largo de su prolífica trayectoria, Juan Ramón Zaragoza llevó su obra por toda Europa, acumulando tras de sí múltiples exposiciones, galardones y reconocimientos que lo sitúan como uno de los pintores costumbristas más destacados del arte español del siglo XIX.