Josep Guinovart: el arte como fuente de vida
El inmenso legado artístico de Josep Guinovart ha trascendido en el tiempo como uno de los grandes referentes de la vanguardia catalana de la segunda mitad del siglo XX. Su intensa trayectoria, lleva la huella del espíritu inconformista que caracterizó a toda una generación de artistas marcados por un contexto histórico conflictivo que, como elemento catalizador, abrió el camino hacia nuevos horizontes artísticos. Con el fin de la Segunda Guerra Mundial y guiado por la libertad absoluta de su impulso creativo, Guinovart reflejó en el arte la necesidad y compromiso de construir un mundo nuevo sobre las cenizas del anterior.
La riqueza y naturaleza inclasificable de su creación transluce en el conjunto de obras que durante el mes de marzo presentamos en subasta. A través de ellas, podemos profundizar en la magia que irradia la realidad sublimada de Guinovart, donde memoria y tiempo, consciencia personal y colectiva nos guían, a través de un lenguaje tan lirico como explosivo, por el universo creativo del arte siempre vivo del artista catalán.
Por encima de todo, el arte fue para Guinovart una manera de atrapar la realidad. Con el objetivo de transcender a su mera representación, el artista la somete a un proceso de destrucción y recomposición donde, transformándola en símbolo, logra capturar un fragmento vívido de ella. De este modo, sus inicios figurativos dieron paso a un lenguaje abstracto dominado por una intensa carga matérica que, en sus inagotables valores expresivos, adquirió una rotunda significación dentro de la evolución plástica de su particular cosmovisión del mundo y de la condición humana. Inmensamente receptivo a cualquier estimulo visual y vivencial, su obra se construye bajo los cimientos del conjunto de experiencias que comportaron, en mayor o menor medida, un punto de inflexión en su trayectoria artística y vital.
En este sentido, la dualidad de sus orígenes tarraconenses y agramontinos quedará reflejada en su obra de forma perenne a través de los azules infinitos de la mediterránea y de la calidez que encontró en los ocres propios del paisaje del Urgell. El concepto de dualidad, lejos de constituir un recurso anecdótico, se manifestará en todas las facetas de su producción, cuya naturaleza nace de la pacifica coexistencia entre elementos contrarios o disonantes. Como resultado, las obras de Guinovart se erigen como un espacio de encuentro del que emanan, en perfecta consonancia, la rudeza y el primitivismo de la pintura informalista, junto a la delicadeza y el exquisito uso del color del expresionismo pictórico.
Justamente a raíz de la influencia informalista, Guinovart inicia un continuo proceso de experimentación con una nueva perspectiva tridimensional que incorporará al plano pictórico bidimensional, a partir de la integración de objetos y del sustrato matérico. Para ello, se valió de elementos cotidianos como el barro, la madera, el trigo e incluso las cascaras de huevo con los que, como símbolos de vida, renacimiento y fertilidad, reforzó la intencionalidad discursiva de una expresión artística, enérgicamente arraigada a la tierra y a la acción humana. De hecho, a pesar de sus constantes y radicales innovaciones plásticas, las raíces más profundas de su existencia permanecieron para siempre latentes en su obra como uno de los aspectos esenciales de su creación. En consecuencia, su vínculo con la naturaleza se alejará de la visión romántica, sagrada y grandilocuente, para traducir y reflejar en ella, una preocupación social, derivada del mundo que vivió en tiempos de la guerra civil. Por tanto, la naturaleza de la que Guinovart nos hace participes, no es otra que aquella que el ser humano transformó para vivir y encontrar su propio sustento.
De la mano de Guinovart, el arte y la vida discurren de manera indivisible, retroalimentándose entre sí para mostrarnos la más genuina y sincera visión del mundo que le rodeó. Como afirmara su gran amigo y maestro Joan Miro “la fuerza viene de la tierra” y fue en ella donde Guinovart halló la fuente primigenia de un desbordante torrente creativo, decisivo en el devenir de las vanguardias de nuestro país. Su obra ha trascendido en el tiempo como una verdadera oda a la vida, cuya profundidad y sensibilidad solo alcanzan aquellos que como él, vivieron y pintaron bajo los dictados del férreo compromiso que adquirieron con su época, pero también con sus propias convicciones.