Jeanne Modigliani: el peso de un apellido.
A lo largo de la historia del arte han sido muchos los artistas que, tras su muerte, se les ha encumbrado a la categoría de mito. En este sentido, Amadeo Modigliani representa el arquetipo de artista bohemio de vida atormentada, cuya temprana muerte no hizo más que acrecentar su leyenda hasta convertirlo en uno de los artistas más cotizados, a la par que falsificados de todos los tiempos. La alargada sombra del que fuera uno de los grandes incomprendidos del periodo de vanguardias, ejerció un papel determinante en la trayectoria vital y artística de su única hija, Jeanne Modigliani.
A pesar de ser reconocida por su trabajo como ensayista y biógrafa de su padre, desde Setdart volvemos la mirada hacia su faceta como pintora en una subasta monográfica dedicada, íntegramente y por primera vez, a su obra pictórica. La colección, conformada por más de 30 lienzos y acuarelas, nos permite descubrir el lenguaje plástico con el que Jeanne dio luz a una personalidad artística que transcurre de forma indisoluble a su biografía.
Nacida en Niza en el año 1918, Jeane Modigliani logró sobrevivir a una infancia marcada por la tragedia que cambiaría drásticamente el transcurso de su vida. Tras la muerte de su padre, fallecido a los 36 años de tuberculosis después de dos dias deambulando por los callejones de Montparnass, su madre, la también pintora Jeanne Hebuterne, encinta entonces de 9 meses, decidió poner fin a su vida a los 21 años, arrojándose por el balcón del domicilio de sus padres. La muerte de la que fuera musa y gran amor de Modigliani, dejaba huérfana a Jeanne, que fue ingresada en una institución encargada de sus cuidados y adoptada por su tía paterna con tan solo 14 meses de vida. Este dramático suceso, condicionó para siempre a una joven que, desde que tuvo uso de razón, consagró su vida a documentar y reconstruir la vida y obra de un padre, al que apenas pudo conocer.
En lo relativo a su obra, Jeanne desarrollará el grueso de su producción en un estilo cercano al expresionismo abstracto. En consonancia a sus preceptos, el acto creativo se convierte en una especie de rito catártico donde la artista, a partir de los valores expresivos puramente pictóricos, arroja sobre el lienzo su yo más íntimo. Tanto en sus composiciones abigarradas y caóticas sometidas a la gestualidad de un trazo frenético como en aquellas más reposadas, donde la mancha y el color se expanden en armonía sobre la superficie, Jeanne elimina las fronteras establecidas tradicionalmente entre pintura y pintor para expresar, con total sinceridad y libertad, los estados más profundos del alma.
Sin embargo, lejos de limitarse a la pura abstracción, Jeanne creará una parte de su obra dentro de la tradición figurativa. En retratos como el que aquí presentamos, da vida a unos característicos rostros de líneas sencillas y rasgos alargados de los que se desprende la pureza arcaica del arte africano. Sin lugar a duda, estas obras representan un sentido homenaje a su padre y al inconfundible estilo que, como un verso libre dentro de las todopoderosas vanguardias, creó bajo sus propios dictados.
El dramatismo que sobrevuela el apellido Modigliani, volvió a sacudir el mundo artístico con el repentino fallecimiento de Jeane en el año 1984, tan solo dos días después de hacer estallar la polémica entorno a la dudosa atribución de las esculturas halladas cerca del estudio que Modigliani tenía en Livorno, su ciudad natal. Finalmente, el supuesto hallazgo en el foso cercano al rio donde se decía que el artista arrojaba aquellas obras de las que renegaba, ha pasado a la historia como una de las estafas más escandalosas que se recuerdan en el mundo del arte
Jeanne, que hasta sus últimos dias lucho por reestablecer el legado artístico de su padre, murió sin ver como gracias a su labor muchos de los falsos Modiglianis que han inundado el círcuito artístico durante años, jamás volverán a exhibirse bajo la autoría del que fuera apodado como el príncipe maldito de Montparnasse.