El universo creativo de Miquel Barceló llega a Setdart.
Sin lugar a dudas, Miquel Barceló ocupa un lugar privilegiado en el panorama artístico nacional de las últimas décadas, siendo, además de un referente contemporáneo del arte español, una de las figuras más reputadas a nivel internacional. La multitud de premios y reconocimientos que abalan su trayectoria, culminan en el año 2004 cuando logra convertirse en el primer artista en activo que expone en el gran museo del Louvre. En 2011 su consolidación en el mercado artístico alcanza una cifra récord de 3.9 millones de euros que lo consagran como el artista español vivo más cotizado en subasta. Dentro de su producción, el lienzo que presentamos el próximo día 3 de noviembre (lote 35216099) se inscribe en una primera etapa creativa en la que ya nos desvela algunas de las inquietudes que le acompañaran a lo largo de su intensa trayectoria.
En Mallorca, la tierra natal donde descubrió la fuerza expresiva de la naturaleza, encontramos los orígenes de un despertar artístico, que recibirá en los años 70 el impulso definitivo, cuando en su primer viaje a Paris se acerca a los preceptos del Art Burt y artistas como Paúl Klee o Dubuffet. Desde entonces, y gracias a su afán de experimentación, el polifacético artista no ha dejado de sorprendernos con una obra capaz de aunar la gestualidad del expresionismo americano, los materiales humildes del arte Lovera italiano y el primitivismo de l’ art Burt con la tradición pictórica barroca de maestros como Velázquez Rembrandt o Tintoretto. En su capacidad por hacer suyas todas las influencias artísticas de las que ha bebido y cada uno de los lugares que le han inspirado, Barceló, da vida a una obra completamente personal y compleja que escapa a cualquier encorsetamiento o catalogación. La riqueza y versatilidad que alcanza su obra es palmaria en cada una de sus facetas artísticas en las que, con una expresividad casi intuitiva unida a una intensa carga filosófica, logra alcanzar el perfecto equilibrio entre la fuerza de lo primitivo y la serenidad de la reflexión intelectual.
Muestra de ello es este lienzo realizado en el año 1979 en el que, a pesar de sus reminiscencias informalistas, ya podemos palpar su voluntad de transgredir cualquier legado artístico preexistente. En este sentido, se sirvió del sustrato matérico para experimentar con los efectos que el tiempo producía sobre materiales como la arena o el cemento que, sedimentados en varias capas, día tras día se agrietaban y oxidaban dejando al descubierto las entrañas del cuadro, en cuyas hendiduras y cuarteamientos, se dan encuentro tiempos pasados y lugares soñados. A través de este proceso creativo, la obra se convierte en una entidad orgánica que emerge como una metáfora visual de las metamorfosis del mundo natural que tantas veces observó con admiración en las abruptas grutas mallorquinas o en los infinitos desiertos de Mali.
En la actualidad y después de 5 décadas de incesante actividad artística, el torrente creativo de Barceló sigue fluyendo con una energía y fuerza que le impulsa, año tras año, a seguir reinventándose y resurgiendo del mismo modo en que lo hacen los paisajes que tantas veces le han inspirado.