Eduardo Arroyo, “La noche española”.
Francis Picabia era uno de los artistas predilectos de Eduardo Arroyo, pero como era habitual en su proceder creativo, Arroyo no se limitaba a homenajear a sus predecesores sino a establecer con ellos hábiles diálogos imaginarios y reapropiaciones lúdicas.
La serie “La nuit espagnole” (1985) da sobrada cuenta de ello. El tema había sido abordado por Picabia en una obra homónima en la que flamencas y toreros habían sido estereotipados con fino humor y estética kitsch. Con ello, el artista francés ironizaba sobre el exotismo kitsch de las postales turísticas.
Arroyo le da otra vuelta de tuerca al tema de la belleza flamenca y la fascinación por el exotismo, como si él no fuera español y pudiera maravillarse con las peinetas y estampados con lunares. Pero opta por refinar el kitsch evitando el barroquismo a favor de esquemas lineales y elegantes.
Arroyo trabaja sobre la pintura de Picabia y la modifica en un proceso lúdico e ingenioso. Si en la obra del pintor francés, las siluetas quedaban ligeramente superpuestas, en la de Arroyo cada figura puebla su espacio. El bailaor parece fragmentarse en dos siluetas; el rostro de la mujer se ha transformado en una especie de máscara. Sobre la superficie oscura irrumpe el relámpago de luz que atraviesa la noche. Un combate entre luces y sombras; un instante fugaz que nos hace partícipes de lo que ocurre en esa ciudad moderna. En esta obra el artista mezcla un repertorio de técnicas. Con lápiz, pasteles, acrílico y acuarela trabaja sobre cartulinas de diferentes colores que encola a un único soporte de cartulina, pegada a su vez sobre un lienzo.
EDUARDO ARROYO (Madrid, 1937-2018) destaca como una importante figura dentro del movimiento neofigurativista. Tras iniciar su carrera dentro del periodismo, empieza a pintar a finales de los años cincuenta, presentándose por primera vez en el Salón de Pintura Joven de 1960. A principios de los sesenta su vocabulario plástico se mueve bajo la influencia norteamericana del pop art, y hacia 1964 se hace definitiva su ruptura con el arte informal. En 1982 se le concedió el Premio Nacional de Artes Plásticas, y se le dedicaron muestras antológicas en la Biblioteca Nacional de Madrid y el Centro Pompidou de París. Actualmente, Arroyo está representado en el Museo Nacional Reina Sofía de Madrid, el Patio Herreriano de Valladolid, el de Bellas Artes de Bilbao, el Hirshhorn Museum and Sculpture Garden de Washington D.C. y el de Arte Moderno de Lille (Francia), entre otros.