La eboraria, el arte del marfil, conoció en las colonias españolas y portuguesas conoció un esplendor irrepetible durante el periodo barroco. De la síntesis entre la iconografía cristiana importada por los misioneros y el quehacer propio de los artesanos locales fructificó un arte singular, que sería especialmente preciado por la alta burguesía y la nobleza europeas.
Setdart pone en subasta una importante colección de piezas coloniales en marfil, pertenecientes a las escuelas hispano-filipina e indo-portuguesa, realizadas en los siglos XVII y XVIII.
Se trata de piezas devocionales, entre las que podemos citar un Cristo hispano-filipino de tres clavos (lote 35011165), certificado por la Federación española de Anticuarios. La calidad de la talla se aprecia en cada detalle: la corona de espinas, la nobleza del semblante, el estudio anatómico… De la misma época (primera mitad del siglo XVIII) es otro Cristo crucificado (lote 35011164). Su canon estilizado, de armónicas proporciones, revela una clara influencia europea salvo por el modo zigzagueante de trabajar los mechones y el paño de pureza, cuyos pliegues trazan un dibujo acaracolado.
Admiramos asimismo la calidad del San José con Niño (lote 35011169), un marfil peritado, en el que las figuras se caracterizan por la suavidad de sus rasgos, el trabajo de las túnicas y la atenta confección de la vara de almendro. De factura hispano-filipina, fechada a mediados del siglo XVII, conserva restos de policromía original.
De escuela indo-portuguesa también se licitan importantes piezas, sobre todo Vírgenes en su advocación de Inmaculadas (p. ej. 35011171) y Crucificados. Las figuras muestran una forma característica de tallar el rostro en los talleres indios (Goa fue el principal centro de producción), con la nariz recta y la boca sutilmente insinuada. Destacamos en esta sección el Cristo expirante de cuatro clavos, en marfil, sobre cruz de palosanto con aplicaciones de plata (35011166).
Desde el siglo XVI, empezaron a llegar a la Península Ibérica a través de las rutas comerciales que unían Europa, América y las Indias, diversos productos comerciales. Tanto las familias reales como la nobleza y las personas de elevada posición social deseaban objetos exóticos para sus colecciones, siendo las piezas de marfil las más preciadas, tanto por el propio valor del material como por la calidad del trabajo.
Estas tallas tenían, además, una doble función. En primer lugar eran objetos preciosos y decorativos, pero también tuvieron un fin didáctico y evangelizador, al realizarse tallas con temática e iconografía cristianas, utilizando motivos decorativos, elementos y técnicas propias del Extremo Oriente.
Los artesanos de Ceilán y Goa contaban con una amplia tradición de escultura de marfil, por lo que el resultado era un síntesis de la propia herencia estética local (hincapié en las texturas de ropajes y objetos, representación animalística, etc.), con la iconografía y el gusto occidentales.
En cuanto a los talleres filipinos, los sangleyes (chinos residentes en Filipinas) eran urgidos por la demanda de obras religiosas cristianas. Atendían los pedidos españoles teniendo como modelos esculturas, estampas o grabados enviados desde la metrópoli, pero sin olvidar los rasgos de la anatomía oriental.
El marfil significaba poder económico y prestigio social para su poseedor. Por este motivo, aparte de destinarse a la devoción privada, con frecuencia eran donadas por los poderosos a los centros religiosos como muestra de fe.