Joan Ponç Bonet (Barcelona, 1927 – Saint-Paul, Francia, 1984)
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PONÇ BONET, Joan (Barcelona, 1927 – Saint-Paul, Francia, 1984).
Sin título, 1953.
Óleo sobre lienzo.
Firmado y fechado en el ángulo inferior izquierdo.
Medidas: 65,5 x 99 cm; 88,5 x 122 cm.
Obra catalogada en Robert S. Lubar, “Joan Ponç”, p. 285 (Barcelona: Ediciones Polígrafa, 1994) y en “Joan Ponç. Exposición retrospectiva. Del 18 de febrero al 12 de marzo de 1994”, p. 38 (Zaragoza; Museo Camón Aznar, 1994).
En esta obra Ponç se manifiesta como artista brujo, que concibe el arte como magia, como poder extraordinario, un conjuro, algo sobrenatural. Pero el gran maestro catalán no fue sólo eso; su arte es también la exploración de lo negativo, la atracción por lo perverso y lo diabólico, reflejo de un universo plagado de seres monstruosos y malignos, de espíritus satánicos y pérfidos, reflejo de la fascinación que sentía su autor por el mal. Para el espectador, este mundo dramático de Joan Ponç es una metáfora. En cambio, para el artista era su mundo real. Sus monstruos no eran simple fantasía, sino que tenían una vida auténtica y dialogaban con el pintor, dentro de un complejo mundo de personajes y obsesiones. Así, su obra parece realizada bajo la clarividencia de una cierta crisis existencial permanente, reflejando un mundo inteligente, poético y complejo. Por otro lado, su fidelidad a unos planteamientos plásticos que se alejaban de las corrientes dominantes de la época situó a Ponç al margen de los discursos artísticos oficiales. Será la perspectiva del tiempo la que reafirme la relevancia y la excepcionalidad de su trabajo, como también la intensidad de su voz y la necesidad de su redescubrimiento.
Pintor y dibujante, Joan Ponç se formó en Barcelona, en el taller de Ramón Rogent y en la Academia de Artes Plásticas con Ángel López-Obrero. Tras dedicarse a la pintura y el dibujo en el anonimato, realiza su primera exposición individual en 1946, en la Galería Arte de Bilbao, la cual supondrá su definitivo afianzamiento dentro del panorama artístico nacional. En 1948 funda, junto a Tharrats, Puig, Cuixart, Tàpies y Brossa entre otros, el grupo de vanguardia Dau al Set. Seleccionado por Eugenio D’Ors, participó en el Salón de los Once de Madrid en 1951 y 1952. En 1952 participa en la Bienal Hispanoamericana, y al año siguiente pasa una temporada en París, donde conoce a Joan Miró y logra exponer en el Museo de la Villa. Con la recomendación de éste, Ponç logra acceder a los círculos artísticos brasileños, instalándose en São Paulo desde 1953 hasta 1962. En 1954, año de disolución de Dau al Set, realiza una exposición en el Museo de Arte Moderno de la ciudad, con tal éxito que la entidad adquirió la totalidad de las obras. En Brasil conoció las selvas ecuatoriales, donde quedó impresionado por su fauna, especialmente por los insectos, que incorporó a su imaginería. En 1955 fundó el grupo Taüll con Marc Aleu, Modest Cuixart, Jaume Guinovart, Jaume Muxart, Mercadé, Tàpies y Tharrats. Tras regresar a Cataluña a causa de una enfermedad, como artista ya totalmente consagrado realiza muestras en Nueva York, Río de Janeiro, Bonn, París, Frankfurt, Ginebra, Antibes y en diversas ciudades españolas. En 1965 consigue el Gran Premio Internacional de Dibujo en la Bienal de São Paulo. La pintura de Ponç presenta imágenes fantasmagóricas a la vez que dolientes y torturadas, en las que el subconsciente es el protagonista. Para el pintor el arte no es sino una introducción al misterio y a los secretos que encierra el espíritu. Más dibujante que pintor, su obra es extremadamente detallista y minuciosa.
La producción de Ponç se puede dividir en seis periodos: época de Dau al Set (1947), época brasileña (1958), época metafísico-geométrica (1969), etapa de los personajes metafísicos (1970), etapa de la acupintura (1971) y un periodo final de síntesis (1972). Uno de los pintores más singulares y enigmáticos de la historia del arte moderno, Ponç pintaba para sobrevivir al mundo, y convertía cada una de sus creaciones en un acto mágico. Su trayectoria describe un camino circular a lo largo de los años, casi sin evolución, si entendemos como tal el cambio de un lenguaje a otro, la variación de estilos, la transformación de las incógnitas que le llevaban a pintar. Ponç fue un pintor-poeta, que utilizaba los pinceles para descubrir el único mundo que conocía, el más real de todos, aquel mundo que se encuentra en el fondo del propio ser. Es un mundo habitado por extrañas criaturas de cuerpos semihumanos, medio animales, de demonios que nos hacen partícipes de sus actos, de espacios desiertos en los cuales sobresalen montículos simétricos, cráteres en línea, lagunas Estigias bajo cielos oscuros sólo rotos por el brillo de las lunas de colores. Actualmente está representado en el Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de São Paulo, el Museo Patio Herreriano de Valladolid, el MACBA de Barcelona, el Centro-Museo Vasco de Arte Contemporáneo en Vitoria, el Museo de L’Empordà y en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
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