TARRASSÓ
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Casimiro MARTÍNEZ TARRASSÓ (Barcelona, 1898 – 1980). “Carrer Sant Josep. Callella”.

TARRASSÓ

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MARTÍNEZ TARRASSÓ, Casimiro (Sarrià, Barcelona, 1898 – Barcelona, 1980).
“Carrer Sant Josep. Callella”, 1967.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en la zona inferior derecha. Firmado, fechado y titulado al dorso.
Medidas: 99 x 80 cm; 115 x 94 cm (marco).

 

 

Conocido simplemente como Tarrassó, se formó en la Escuela de La Lonja de Barcelona. Completó sus estudios en París, donde pudo conocer de primera mano las obras fauvistas que sacudían el ambiente artístico parisino en ese momento. Fue ante todo paisajista brillante, con un estilo caracterizado por su colorido violento y vivo, muy luminoso. Siguió la estela de los grandes paisajistas catalanes, fijándose sobre todo en Joaquín Mir, aunque con una personalidad claramente diferenciada debida en parte al impacto que el fauvismo tuvo en su pensamiento artístico. Cultivó el bodegón y los paisajes catalanes y mallorquines.

Realizó su primera exposición en 1928, en las Galerías Layetanas de Barcelona. Desde entonces se sucedieron sus muestras en Barcelona, Madrid, Palma de Mallorca y Bilbao. En 1935 visita Mallorca por primera vez, y a partir de 1940 contará con un estudio allí, concretamente en Palma, donde vivió largas temporadas y desarrolló la mayor parte de su producción artística. Tras la Guerra Civil, durante los años cuarenta, Tarrassó tomó parte en varias Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, en sus ediciones de 1942, 1943 y 1950, y celebró no pocas muestras personales en Barcelona, en salas como Augusta, Layetanas, Ars, etc., destacándose entre ellas la que celebró de paisajes pirenaicos en 1948, y la de grandes lienzos de paisajes mallorquines que presentó en 1949. Aunque el paisaje fue siempre el centro de su producción, Tarrassó realizó también obras como la decoración mural de la iglesia de Santa María de Badalona. En Mallorca realizó asimismo una singular empresa, plantando su caballete en las Cuevas de Campanet para captar las estalactitas y estalagmitas de sus cavidades pétreas, desarrollando una serie de obras que presentó en las Galerías Costa de Palma en octubre de 1948.

A lo largo de su carrera Tarrassó fue distinguido con el Premio Pollença del I Certamen Internacional de Pintura, en 1962; el Santiago Rusiñol en 1972; y las medallas obtenidas en diversas ediciones de los Salones de Otoño de Palma de Mallorca: primera en 1967 y 1973, y de honor en 1970. La obra de Tarrassó se caracteriza por la gran personalidad de su colorido. Su obsesión por el cromatismo determina una pintura profundamente sensorial, vitalista e intuitiva. Está representado en diversas colecciones privadas nacionales e internacionales, así como en el Museo y Fondo Artístico de Porreras (Mallorca) y el de Arte Moderno y Contemporáneo de Palma.

Como es habitual en su obra, Tarrassó se muestra aquí menos preocupado por las exigencias de la composición que por lograr una imagen que escenifique en plenitud una vida recreada y sin soluciones de continuidad. Así, vemos una arquitectura completamente definida por simples manchas de color de límites indefinidos, o bien de límites definidos pero deformados. Por otro lado, utiliza una perspectiva muy alta, conjugada con una combinación de colores en la que suelo, figuras, arquitectura y paisaje intercambian sus tonalidades sin mezclarlas, proporcionando una sensación de profundidad que induce a asumir la escena como un todo autónomo, al margen de detalles, escenificando la totalidad a través de su personal factura vigorosa de espatulazo grueso, que remite en ocasiones a Nicolás Raurich.

 

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