Mujeres artistas: la reivindicación de las eternas olvidadas

La historia del arte la han protagonizado infinidad de mujeres cuyo talento y trascendencia fue sistemáticamente ignorado e invisibilizado. Las antiguas estructuras que regían el sistema artístico y las dinámicas excluyentes que las condenaron al olvido y las relegaron al simple papel de musas, actualmente se derrumban como síntoma del signo de una época que no puede seguir reproduciendo los clichés discriminatorios de tiempos pasados. La necesidad de introducir e integrar a las mujeres artistas en el relato historiográfico, ha impulsado nuevas vías y metodologías de investigación cuyo impacto ha derivado en los últimos años en un incremento sintomático de su presencia dentro de las instituciones museísticas, así como también en los planteamientos que han dominado los discursos hegemónicos tradicionales.

Este incipiente cambio de paradigma se ha visto traducido en el creciente interés del mercado del arte por su obra, cuya presencia y cotización, ha experimentado un auge significativo, duplicando durante la segunda década de este siglo el valor de las cifras que se registraron a lo largo de la primera.

Pero ¿qué factores propiciaron la marginalidad de estas mujeres hasta su más absoluta desaparición?  La concepción decimonónica de la mayoría de los manuales de historia del arte las excluyó a pesar de contar con mujeres retratistas de Corte, escultoras de cámara o pintoras religiosas. Uno de los ejemplos más clarividentes lo encontramos en la obra magna “Historia del arte” de E. H. Gombrich, el libro de arte más vendido de la historia en el que no aparece ni una sola mujer artista: Ni Sofonisba Anguissola, pintora del renacimiento reconocida y admirada por Miguel Àngel e incluida en el diccionario de Giorgio Vasari; ni Lavinia Fontana, pintora oficial de la Corte del Papa Clemente VII o Angelica Kauffman, nombrada en el año 1765 miembro de la Academia de San Lucas. Absolutamente ninguna aparece en él.

A parte arte de esta visión sesgada de la historiografía, las grandes dificultades de acceso a la profesión marcaron, definitivamente, la trayectoria de estas mujeres que llegaron a tener vetado el acceso a las Academias. Sin poder formarse, ¿cómo iban a poder desarrollar su personalidad artística? Para comprender su lucha resultan sumamente ilustrativas sus biografías, en las que se muestran las dificultades a las que tuvieron que sobreponerse para ejercer su profesión o cómo, tras su muerte o tras un breve momento de gloria, sus figuras cayeron en el olvido. Fueron silenciadas y censuradas y su rescate del olvido merece todo nuestro empeño.

Unido a las enormes dificultades para  formarse, fueron obligadas  a cumplir con lo que se consideraba que era  su función natural: ser madres y amas de casa. De hecho, durante siglos existió la creencia de que, por su propia naturaleza,  la mujer estaba carente del “genio” y, en consecuencia, fue considerada como un elemento pasivo dentro de la creación, nunca como un sujeto proactivo. En ese sentido es clarividente la investigación de Virginia Woolf donde se recopila una cantidad ingente de libros escritos en contra del concepto de la mujer como ser creativo. No se trata de opiniones aisladas de ciertos críticos e historiadores, sino de una visión que arraigó entre los círculos intelectuales y, por extensión, en la sociedad, prolongándose en el tiempo casi hasta nuestros días. Sin embargo, las mujeres fueron artistas, a pesar de ser mujeres. Y con dificultades. Como no podían cobrar ni firmar sus obras, perdieron la autoría que se atribuyó erróneamente (y en muchos casos intencionadamente) a sus maridos, maestros o padres.

En este sentido nuestra próxima subasta de alta época cuenta con la presencia de 3 grandes artistas, cuya trayectoria y talento no hacen más que corroborar la parcialidad con la que se ha construido el relato historiográfico.

Lavinia Fontana

La pintora de origen boloñés, Lavinia Fontana, fue sin lugar a duda una de las retratista más importantes del manierismo tardío, hasta el punto de llegar a ser pintora oficial de la Corte del Papa Clemente VIII y posteriormente designada retratista de la corte del papa Paulo V. De hecho, Lavinia fue la primera mujer en abrir su propio taller y ser reconocida como profesional de arte rompiendo así con  con cualquier estereotipo de la época.

 “Retrato de Francesco Panigarola” es una de las pocas obras que conocemos en la actualidad firmadas y fechadas por Fontana, convirtiendo su licitación en un evento imprescindible dentro del sector del coleccionismo de arte. De hecho, esta no sería la única ocasión en la que la artista retratara al obispo de Asti tal y como demuestra el retrato homologo que encontramos en el Palazzo Pitti.

Anne Vallayer-Coster

Considerada como una de las pintoras de naturalezas muertas más importantes de la Francia de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, sus retratos también llegaron a ser inmensamente admirados por sus contemporáneos.

Gracias a las relaciones de su padre con la aristocracia, pudo tener una buena formación pictórica que le permitió ingresar con sólo 26 años en la Académie Royale de Peinture et de Sculpture en 1770. En 1779 comenzó a trabajar como pintora oficial en la corte real bajo el auspicio de la reina María Antonieta, lo que le otorgó muchísimo prestigio y éxito social.

Matilde Malenchini

En este caso la obra en licitación es un ejemplo de la problemática existente respecto a las atribuciones erróneas. Durante un largo tiempo este retrato de  Vincenzo Camuccini y su esposa Maddalena Devoti fue atribuido al propio pintor neoclásico romano. Sin embargo, los estudios posteriores han rectificado dicha atribución considerando que la dulce ingenuidad que refleja se ajusta más el estilo pictórico de Malenchini que al de Camuccini.

Referencias externas a urnas romanas

Museo del Prado

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